miércoles, 30 de mayo de 2007

Las "verdades" de El Librero de Kabul


Sigo con los bestsellers. Hace un par de semanas me leí de un tirón esta obra de la noruega Åsne Seierstad. Otro bestseller que cayó en mis manos por azar y además, en idioma portugués. Es una lectura fácil, del llamado género de periodismo novelado, o algo así. Por eso realmente fue que lo leí. Quería saber más sobre ese tipo de escritura

Bien, a grandes trazos el argumento es el siguiente: la periodista noruega Åsne Seierstad conoce a un interesante librero durante su estadía en Kabul como corresponsal de guerra en la época de la caída del régimen talibán. La joven se interesa por el librero y pasa una corta temporada –unos meses- viviendo con su extensa familia. En ese tiempo toma notas y entrevista a todos sus miembros, a quienes ya ha informado que escribirá un libro sobre ellos. La chica regresa a su país, escribe y publica el libro, el cual resulta una bomba por sacar todos los trapitos al sol de esa particular familia afgana. El librero monta en cólera e intenta demandar a la autora. Esto quizás también contribuye a catapultar las ventas del libro.

Pero, ¿cuál es la polémica con el relato? La autora, desde un punto de vista muy occidental, nos muestra las miserias y ninguna de las posibles grandezas de una familia afgana completamente subordinada a los estrictos cánones de la religión islámica. El padre –el librero- resulta un hombre liberal de palabra, pero un tirano en la práctica, tanto con sus dos esposas como con sus hijos, madre y hermanos. El hombre no deja estudiar a sus hijos porque prefiere que trabajen 12 horas al día para hacerlo rico; rechaza a su primera esposa al casarse con una jovencita de 16 años. Las mujeres no tienen la menor autonomía sobre sus vidas y ni digamos, capacidad alguna para decidir sus matrimonios. En fin, el libro es una suma de desdichas, donde nadie, ni el propio librero, parece ser feliz.

Pero la prosa no es testimonial, sino un relato novelado, que parte de la propia interpretación de Seierstad. Cabe preguntarse cómo pudo saber ella algunas de los más secretos detalles de la vida sexual de los jóvenes de la familia. Es difícil imaginar que ellos mismos se lo contaran, más si tenemos en cuenta que se trata de una sociedad machista, tal como ella la describe.

Entonces, hasta qué punto toda la obra es realidad, fantasía, interpretación prejuiciosa de una occidental sobre una sociedad diametralmente opuesta a la suya. Cabe la pregunta maliciosa: ¿será que venden más los escándalos?; ¿será que a Occidente le encanta reafirmar su supuesta superioridad rebuscando en las posibles deficiencias de otras culturas y religiones?

También es posible que la familia descrita no sea la más “típica” de la sociedad afgana. Eso no lo aclara la autora. Ella dice que cuenta lo que vio y escuchó. Pero, en todo caso, en un país que acababa de salir del terrible régimen talibán y donde el nuevo gobierno contaba con ministras mujeres, pareciera que al menos hay muchos matices dentro de la sociedad y no todos son tan radicales.

Cuando viví en USA una de mis mejores amigas venía del Sultanato de Omán. No usaba burka ni mucho menos, solo un velo, vestía con ropas occidentales y estudiaba y vivía sola en un país extranjero. Por ella y otros compañeros árabes pude enterarme de las enormes diferencias que hay entre todos los musulmanes. Algunos pueden ser fanáticos, otros simplemente religiosos.

Últimamente en Occidente se cataloga a casi todo musulmán como un terrorista en potencia. Más allá del caso específico de Afganistán, me preocupa que libros como este contribuyan a exacerbar las diferencias entre Oriente y Occidente. De todos modos, es una lectura que mueve a la reflexión.

martes, 22 de mayo de 2007

Bestsellers: La Sombra del Viento




De vez en cuando hay que leer un bestseller. ¿Por qué no? Porque es literatura comercial, de dudosa calidad, no aporta nada al lector exigente, responden la mayoría de mis amigos intelectuales.

Bueno, prefiero contradecirlos a veces. Hasta algunos profesores de Escritura Creativa dicen que de vez en cuando hay que leer un bestseller; tal vez como una vía para aprender algunas técnicas sobre cómo mantener el suspenso y hacer la obra propia más entretenida. Pienso igual. Así que deseché mis prejuicios y me lancé. La obra escogida fue: La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón, el autor español más vendido en los últimos tres años, creo. Quizás superó con esa obra al creador del Capitán Alatriste, Javier Pérez Reverte.

No puedo decir que el libro me desilusionara porque sabiendo de antemano que era un bestseller, no esperaba mucho. Pero, detalles aparte, me sumergí al menos en las primeras cien páginas, en una obra que parece una mezcla de varios géneros: intriga y suspenso van de la mano con la literatura típica del folletín decimonónico.

El argumento es sencillo: Daniel Sempere, a los 10 años de edad, visita con su padre librero el Cementerio de los Libros Olvidados, una extraña biblioteca donde van a parar los libros que nadie quiere. Allí, en una especie de iniciación, se le encomienda un libro titulado La Sombra del Viento, el cual Daniel lee fascinado. El muchacho trata de conocer otros libros del mismo autor, un tal Julián Carax, pero se entera de que todos sus libros han sido quemados por un misterioso personaje salido de las mismas páginas del libro.

Durante el resto de la novela, el joven Daniel va reuniendo pistas sobre Carax, se topa con algunos personajes interesantes y surgen varias tramas y subtramas que le agregan cierto suspenso al relato. Lo malo es que ya por la página 200 uno va sospechando quién es el siniestro personaje que persigue a Daniel y quiere quemar las novelas de Carax. Por otra parte, la prosa es un poco irregular, a ratos intenta ser poética, otras veces se vuelve francamente repetitiva, con innecesarias recapitulaciones de los hechos anteriores. La pormenorizada descripción de varios personajes recuerda por momentos a la prosa de Isabel Allende. Hay errores evidentes de ortografía y uno geográfico imperdonable: ¡¡aludir a la ciudad de Bogotá afirmando que está en Venezuela!!!

Pero si he de ser justa como lectora, tengo que mencionar que tiene algunos atractivos para que yo llegara a completar las 462 páginas de la novela. Al menos al principio, cuando se describe la extraña relación entre Daniel y Clara, no pude dejar de recordar a Pip y Estela, de la inolvidable “Grandes Esperanzas”, de Charles Dickens. También rescataría ese furor del amor adolescente entre Julián y Penélope, por una parte, y Daniel y Bea, por otra. El personaje mejor logrado de toda la obra es sin duda, Fermín Romero de Torres. Sus ocurrencias y consejos lo hacen verdaderamente simpático. Diría que es quien salva el libro. Mientras otros personajes resultan francamente desdibujados, como el padre de Daniel, quien resulta anodino y el bibliotecario Isaac, al cual pienso se le podía haber sacado más partido.

El final tiene escenas bastante previsibles; sin embargo, me llamó la atención una, cuando Daniel se dispone a luchar por Beatriz y se topa con un anciano en una plaza. Hay cierta magia y poesía en ese pequeño cruce de los dos hombres durante esa mañana invernal de Barcelona. ¡Ojalá hubieran más escenas así en toda la novela!

A pesar de todo, confieso que su lectura me ayudó a pasar un aciago fin de semana en el que un extraño dolor de espalda me confinó a quedarme en casa por dos días. De esta manera descubrí que si estoy enferma, si llueve o me encuentro mortalmente aburrida, bien puedo sumergirme por unas horas en una lectura “light” sin mayores remordimientos.

lunes, 14 de mayo de 2007

Releer a Doña Bárbara II



Otra de las reflexiones de mi reciente lectura de Doña Bárbara proviene, no directamente de la estupenda novela y sus personajes, sino del escritor, del creador y su obra.

Tengo la edición de la novela de la Editorial Panapo. En esta publicación, muy económica, por cierto, hay un revelador prólogo del mismo Gallegos sobre las fuentes que le inspiraron a escribir la novela y un pequeño ensayo del profesor Efraín Subero.

En su prólogo, Gallegos cuenta cómo la Semana Santa de 1927 se dirigió a un hato en Apure con el propósito de conocer el ambiente llanero a fin de ambientar una novela que estaba escribiendo en ese momento y en la cual el protagonista pasaba una temporada en el llano. Esa productiva semana le permitió al escritor –entonces de unos 43 años- conocer otras realidades, escuchar cuentos y anécdotas sobre el llano y sus habitantes. Supo de una tal Pancha Vásquez, famosa cacica del Arauca que aún vivía y quien habría inspirado el personaje de la inolvidable Doña Bárbara.

Gallegos regresó a Caracas entusiasmado por todo lo que había visto y escuchado, desechó la novela anterior y se encerró en una habitación de la población de El Valle -la urbanización que hoy tiene el mismo nombre-, a escribir en 27 días la primera versión de una novela que tituló provisionalmente “La Coronela”. Pasado un tiempo, tuvo que viajar a Europa con su esposa Teotiste, quien necesitaba seguir un tratamiento médico en Italia. Durante varios meses entre Italia y Francia, Don Rómulo hizo y rehizo el manuscrito unas cuatro veces y al llegar a España intentó publicarlo, pero las editoriales no querían arriesgarse con un autor desconocido, así que tuvo que pagar la primera edición de su propio bolsillo.

Paradójicamente, la novela del entonces desconocido escritor venezolano fue seleccionada la mejor del mes de septiembre de 1929 en Barcelona. Gallegos regresó con la mayoría de los ejemplares a Venezuela, donde las críticas positivas ayudaron a posicionar el libro. Fue tal su éxito -según cuenta Efraín Subero- que el mismo General Gómez se hizo leer la novela en Maracay y quedó encantado con la obra. El dictador le ofreció a Gallegos la senaduría por el estado Apure, cargo que el futuro presidente declinaría al no ser gomecista.

Gallegos, intelectual cuidadoso de su obra, revisó la novela años después de la publicación original, agregó unos capítulos y rescribió otros. Escuchó las sugerencias que le hicieron amigos apureños para que cambiara algunas expresiones que correspondían más a dichos de los habitantes de los llanos centrales.

Con la rigurosidad del maestro que era, no tuvo reparos en hacer las correcciones necesarias de manera que su trabajo quedara lo más auténtico posible. Esta obra corregida es la que hemos leído la mayoría de los venezolanos. Luego vino la consagración del escritor y la versión mexicana para el cine, protagonizada por María Félix, que terminó de catapultarla internacionalmente.

En los años 70, ya desaparecido Gallegos, RCTV hizo una estupenda versión televisiva, en la cual Marina Baura, Elio Rubens y Marisela Berti interpretaron a los personajes principales, teniendo como locutor “en off” a José Ignacio Cabrujas, quien con su voz profunda pronunciaba las famosas palabras que dan inicio a la novela:

“¡De más allá del Cunaviche, de más allá del Cinaruco, de más allá del Meta! De más lejos que más nunca..., de allá vino la trágica guaricha...”

martes, 8 de mayo de 2007

Releer a Doña Bárbara I



Acabo de releer Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. Fue una lectura sorprendente. Lo digo porque este clásico de la literatura venezolana siempre depara algo nuevo. Uno ya conoce los personajes –o cree conocerlos hasta la saciedad- pero luego de una lectura atenta, descubre nuevos ángulos o reinterpretaciones. Esta vez me detuve a observar con más detalle a Marisela, a la cual siempre se relaciona con la pasividad; se le ha descrito como la típica mujer inocente, “domable”, a diferencia de su madre. La niña, a quien Santos Luzardo “salva” de la miseria y el abandono. Luzardo vendría a ser el Pigmalión que se enamora de su obra.

Pues no, definitivamente Marisela no es tan inocente como nos han pretendido señalar. Tampoco voy a caer en el extremo de afirmar que es la verdadera cuaima del asunto, porque al final se queda con todas las haciendas, luego de la desaparición de su madre y el conveniente matrimonio con Santos. Tampoco.

Marisela no sólo recibe, Gallegos nos hace ver en algunas escenas que es ella la que impide que Luzardo sea tragado por la llanura al imponerle con su presencia el apego a las normas y costumbres de la civilización. Ambos personajes se necesitan y complementan para poder realizarse. Marisela es la joven que evoluciona desde la inconsciencia infantil hasta convertirse en la mujer madura, capaz de mostrar cariño hacia su padre y de hacerse responsable por su destino.

De vez en cuando hay que releer a Doña Bárbara para asombrarnos al descubrir algo nuevo en los recios y bien definidos personajes, más allá de los estereotipos en los cuales nos hicieron creer en la escuela.

lunes, 7 de mayo de 2007

"Golpes a mi puerta", golpes al corazón


Bajo la dirección de Luis Fernández y la producción de Mimí Lazo, regresó a las tablas caraqueñas esta exitosa pieza de los años 80, del dramaturgo Juan Carlos Gené. Nunca ví la película del año 1994 que se hizo basada en este texto y que ganó el reconocimiento internacional en aquella oportunidad.

La obra relata la historia de Ana y Ursula, dos monjas que han cambiado la vida de clausura para compartir el día a día de sus vecinos en un barrio de un país latinoamericano. Un día, en medio de una feroz dictadura, un joven perseguido por la policía golpea la puerta de la casa de las hermanas. Allí comienzan los dilemas éticos, morales y religiosos de las monjas, al plantearse la posibilidad de mentir para evitar el castigo que también las alcanzaría a ellas, quienes a pesar de ser religiosas, no se encuentran a salvo, como nadie que viva en un régimen totalitario.
La pieza presenta varios ángulos que mueven a reflexión sobre el verdadero papel de la Iglesia Católica, el poder de la fe, la relativización de la verdad. En ningún momento de la puesta en escena decae el interés, el ritmo es trepidante y el final sorprendente. Luego de los aplausos, Mimí Lazo se dirige al público y hace una reflexión muy personal sobre el significado de esta obra en el actual contexto venezolano.

La reposición de "Golpes a mi puesta" está protagonizada por Mimí Lazo y Gladys Prince. Están acompañadas por: Ana Castell, Marcos Moreno, Luigi Sciamanna, Mirtha Pérez, María Fernanda León y Luis Fernández.
La dirección general y escenografía es de Luis Fernández; la producción ejecutiva y vestuario, corresponde a Mimí Lazo. La musicalización es de Luigi Sciamanna y la producción artística, de Elías Yánez.

La cita es en la Sala Ana Julia Rojas del Ateneo de Caracas. ¡Hay que verla!