domingo, 30 de marzo de 2008

Aventura en los Morros de San Juan








En el estado Guárico, justo en el centro-norte de mi país, se encuentran unas curiosas formaciones que rompen la monotonía del paisaje llanero. Son Los Morros de San Juan, un par de macizos que han prestado su nombre a la capital del Guárico y se han convertido en meta de excursionistas y escaladores.

Se cree que esta singular formación rocosa está conformada por antiguos arrecifes coralinos erguidos en una extraña posición, la cual tomaron como resultado de la presión ejercida por la Placa del Caribe contra el Escudo de Guayana, cuando se estaba desarrollando la Serranía del Interior.

Los morros tienen una vegetación dominante de sabana, chaparrales, estepas de gramíneas y praderas secas, así como pequeñas proliferaciones de bosque montano a su pie, con arbustos y cardonales. El paisaje de sabana de la zona constituye el portal de entrada a los llanos venezolanos.

El morro mayor tiene una altura de 1060 metros sobre el nivel del mar. La temperatura promedio oscila entre 28° y 30° C. En 1949 un decreto los convirtió en el Monumento Natural “Arístides Rojas”, el cual abarca ambas cimas y una zona de protección de 1630 hectáreas a su alrededor.

El dictador Juan Vicente Gómez mandó construir en 1929 un faro en el morro mayor, el cual guiaba a los llaneros que pastoreaban de noche. Con el advenimiento de la navegación aérea, el faro también sirvió por mucho tiempo como referencia a los pilotos de los primeros aviones que surcaron nuestros cielos.

Para subir al faro se construyeron, igualmente, una serie de escaleras metálicas que han resistido el paso del tiempo y permiten a los excursionistas que desafíen el vértigo ascender a la cima máxima en aproximadamente una hora.

El lugar también resulta ideal para los amantes de la escalada en roca. Cuenta con diferentes rutas de variada dificultad y en la ciudad de San Juan se pueden encontrar escuelas de escalada que ofrecen entrenamiento y traslados para la práctica de este deporte. En la zona también funcionan escuelas de parapente y es frecuente observar durante los fines de semana a los deportistas, quienes planean en sus coloridos vehículos de vuelo libre cerca de los morros.

Para aquellos que prefieran opciones menos arriesgadas es recomendable visitar en las afueras de la capital de Guárico las aguas termales del lugar, alabadas hace un par de siglos por el sabio Alejandro de Humboldt. Son poseedoras de un alto contenido de sulfato y muy reconocidas por sus poderes curativos.

Desde Caracas se llega a la zona por la Autopista Regional del Centro, tomando luego de La Encrucijada la vía Cagua-Villa de Cura-San Juan de los Morros. El Monumento Natural “Arístides Rojas” se encuentra luego de pasar esta ciudad.

Fragmentos de mi diario
12 de junio de 2005

“Debido a lo empantanado del camino por las recientes lluvias, el autobús no nos pudo acercar mucho a la base de los morros y tuvimos que caminar una media hora hasta la entrada. Allí comenzó la subida hasta llegar a la pared, lo cual logramos cerca de una hora después.

Entonces comenzó lo bueno. Para subir al faro se colocaron en los años veinte (¡del siglo pasado!) una serie de escaleras metálicas que facilitan el ascenso. El camino estaba lleno de barro y se puso muy resbaloso, debido a una molesta lluvia que se presentó cuando estábamos a mitad del recorrido. Continuamos nuestro ascenso con mucha prudencia y ayudándonos unos a otros. Fuimos contando las dichosas escaleritas y en total resultaron: ...¡21! No recordaba que fueran tantas la primera vez que subí, hace siete años. Esta vez, con el barro y la lluvia, fue mucho más emocionante. Las primeras escaleras no son tan largas y están casi horizontales, pero a mitad de camino la cosa se pone interesante con escaleras cada vez más altas, de unos 20 escalones, y completamente verticales.

En una hora llegamos a la cima. Entonces, bajo el típico sol llanero de la una de la tarde, tuvimos nuestra recompensa. A nuestro alrededor se podía observar claramente la ciudad de San Juan de los Morros, los llanos centrales de Guárico, el morro más pequeño y a lo lejos, la Cordillera de la Costa. Todo era nítido y hermoso, el paisaje aparecía completamente prístino y con todos los tonos de verde que la naturaleza regala tras las lluvias”.

jueves, 20 de marzo de 2008

Edith y Marion se funden en La Vie en Rose



Si uno quiere saber por qué Marion Cotillard ganó el Oscar, el Bafta, el César y el Globo de Oro por su interpretación como Edith Piaf, basta ver unas cuantas escenas de la película: “La Vie en Rose”.

La Cotillard supo encarnar el alma torturada de la más famosa cantante francesa de todos los tiempos. Fue un gran reto para esta joven de 32 años. Y lo logra a la perfección. Desde el principio del film uno se olvida que está viendo a una actriz interpretando a otra gran artista. El espectador no sabe si la que canta y sufre en pantalla es más real y humana que la misma diva, a la que nuestra generación solo conoce como referencia, como el icono de una época y un sentir muy particular de Francia. Edith Piaf fue la cantante-objeto-símbolo de intelectuales y artistas, así como del pueblo llano y logró imponerse en el mundo como el estandarte de la vida bohemia parisina.

En el film uno descubre y disfruta la vida y canciones de la diva y se asombra con la caracterización de Marion Cotillard desde la adolescente cantante-mendiga, pasando por la mujer enamorada y a ratos feliz hasta la enferma terminal que acusa el deterioro físico de una vida extrema entre las privaciones y los excesos. Todo en la vida de Edith Piaf fue intenso: su infancia, sus amores, su dependencia de las drogas, su extraordinario talento. Y la película es fiel a esta realidad.

Por su parte, Marion Cotillard proviene de una familia de artistas, ya había ganado en el año 2005 el César (equivalente al Oscar en su país) por su actuación en Largo Domingo de Noviazgo.

La Vie en Rose está dirigida por Olivier Dahan. En el reparto también actúan Silvie Testud, Pascal Greggory y Gerard Depardieu.

Una película imperdible.

lunes, 17 de marzo de 2008

Eva, la resignada


La foto que dio la vuelta al mundo la semana pasada es por demás reveladora. El gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, dimite públicamente luego de comprobarse sus estrechos y continuos vínculos con un servicio de prostitución. Spitzer está acompañado por su esposa Silda y es ella quien ocupa mi atención.

Como le tocó a Hillary Clinton hace algunos años, ahora es Silda quien esconde la vergüenza, el rencor y la rabia para “apoyar” a su esposo, padre de sus tres hijas y otrora modelo de rectitud.

Silda baja los ojos y desvía la mirada. Seguramente nunca imaginó ser protagonista de semejante y dolorosa exposición pública de su vida privada.

Por su parte, el gobernador aprieta los labios en un gesto tan ambiguo que bien pudiera significar: “Ooops!, me cacharon!” o ... un verdadero arrepentimiento.

La diferencia con el caso de los Clinton es evidente. Hillary de seguro tragó grueso y pensó en capitalizar el suceso para su futura carrera política. Lo más probable es que Silda nunca haya ambicionado dirigir los destinos de su poderosa nación. Sus anhelos han sido más bien modestos: ser la esposa ejemplar y madre abnegada de las hijas del gobernador. Por eso, el dejo de desconsolada tristeza que la toma por sorpresa. Por eso, la decisión de pasar el trago amargo porque era lo que se esperaba de ella.

Esta foto y el hecho en sí de la renuncia de Spitzer sugieren otras interrogantes que se multiplican según los diferentes puntos de vista.

¿Qué hubiera pasado si el caso hubiese sido al revés y Silda hubiese sido sorprendida en los brazos de un chulo? ¿Su esposo la hubiera apoyado públicamente? ¿Que la doña se resigne y ponga la otra mejilla es el mejor ejemplo para las tres hijas del matrimonio en trance de naufragio? ¿Es también ejemplo para la sociedad? ¿El deber se impone sobre la autoestima y el honor?

Silda mira hacia un lado, suspira y se resigna. Es, sin duda, lo que todos esperan de ella. Quizás Silda recuerde –en el improbable caso en que la hubiera escuchado alguna vez- una estrofa de la Samba da Bencao (Samba de la Bendición) del poeta brasilero Vinicius De Moraes. Dice así:

“Uma mulher tem que ter qualquer coisa além da beleza
“Una mujer tiene que tener cualquier cosa además de belleza

Qualquer coisa de triste, qualquer coisa que chora
Cualquier cosa de triste, cualquier cosa que llora

Qualquer coisa que sente saudade
Cualquier cosa que siente nostalgia

Um molejo de amor machucado,
Un balanceo de amor herido

Uma beleza que vem da tristeza de se saber mulher,
Una belleza que viene de la tristeza de saberse mujer,

Feita apenas para amar, para sofrer pelo seu amor
Hecha apenas para amar, para sufrir por su amor

E para ser só perdão”
y para ser sólo perdón”

Esa estrofa de esta samba, como toda la obra de Vinicius, es hermosa, pero creo que nunca ha sido cuestionada. Ese destino de dolor, sufrimiento y resignación no me cuadra, no me termina de convencer. Si las mujeres hubiéramos nacido para sufrir no sólo tendríamos inmunidad ante el dolor sino quizás, menos corazón y más indiferencia.

Todos esos rencores mal disimulados desembocan irremediablemente en enfermedades, depresiones, insomnios o algo peor.

Para mí, una rabia bien expresada es la que permite sanar, reconstruir y luego continuar con esta tarea compleja y hermosa que es la vida.

Cero resignación.

viernes, 14 de marzo de 2008

La Casa de Papel

Definitivamente la calidad no está necesariamente ligada a la cantidad. Las 71 páginas de este breve relato lo confirman. “La Casa de Papel”, del argentino-uruguayo Carlos María Domínguez, es una bella historia sobre los libros y sus efectos –malsanos y sublimes, devastadores y enriquecedores, contradictorios, pero siempre contundentes- para quienes viven por y para ellos.

Los lectores empedernidos, los aprendices de escritores y todos aquellos que aprecien los libros lo suficiente como para invertir un tiempo importante de sus vidas en la lectura disfrutarán de esta pequeña joya muy bien escrita en nuestro idioma.

El argumento es (¿o parece?) sencillo. Una profesora inglesa es atropellada por un auto mientras caminaba distraídamente, hojeando unos poemas de Emily Dickinson. Varios días después, el colega que la sustituye en su cátedra recibe un singular libro destinado a ella. La historia se desarrollará cuando el colega viaje en busca del enigmático Carlos Brauer, el amante ocasional de la profesora desaparecida en tan extrañas circunstancias.

La prosa poética y meticulosa de Domínguez nos lleva por un viaje circular que pasa por el descubrimiento de la luminosa locura del hombre que construye una casa de papel.

Carlos María Domínguez es un autor reconocido en el cono sur; este relato le ha valido numerosos premios nacionales e internacionales y ha sido traducido a 18 idiomas.

Una joya para leer y releer al amparo de tu biblioteca personal.

sábado, 1 de marzo de 2008

Ayer, hoy y mañana (De Sica, 1963)


Uno de los máximos exponentes del neorrealismo italiano, Vittorio De Sica (también uno de mis directores preferidos) es el artífice de esta inolvidable comedia muy italiana, protagonizada por la pareja emblemática formada por Sofía Loren y Marcello Mastroianni.

La película, ganadora del Oscar en 1964, consta de tres historias completamente independientes. La primera cuenta como una vendedora de cigarrillos logra esquivar una multa durante años valiéndose de un subterfugio legal: las leyes italianas no permiten poner presa por un delito menor a una mujer embarazada o en período post-parto. Así que cada año Adelina trae un nuevo “ragazzo” al mundo, hasta que su marido queda agotado y no puede cumplirle, generando un divertido conflicto en la pareja.

El segundo episodio toma al principio ribetes de drama al relatar el conflicto de una rica mujer de sociedad y su pasión por un interesante periodista de clase media. Al final, la diferencia de clases y la frivolidad de la dama se imponen con un rompimiento caricaturesco, como si De Sica se hubiera arrepentido del tono con el que comenzó esta historia en particular.

El último relato nos trae un personaje más estereotipado, la típica prostituta de “corazón de oro” que realiza su buena acción del día al ayudar a su moralista vecina a que su nieto siga en el seminario.

En las tres historias destaca la capacidad camaleónica de los protagonistas. Logran dar vida a personajes muy diferentes y, para mi sorpresa, Mastroianni se luce especialmente en el tercer relato, como el mediocre funcionario “hijito de papá”, llevado por la lujuria. Por cierto, en esta última hay una famosa escena de strip tease, de la Loren que al parecer provocó infartos en su época. Hoy en día, luce casi inocente y muy divertida.

Son tres historias originales, quizás algo ingenuas si seguimos los estándares actuales, una pertenece al dramaturgo Eduardo De Filippo, otra se basa en un texto de Alberto Moravia, pero las tres, forman un conjunto inolvidable que retrata muy bien a la mejor comedia italiana de los años sesenta.

Si te gustan los clásicos, el humor, las buenas actuaciones y el cine de Vittorio De Sica, la disfrutarás tanto como yo.