martes, 25 de octubre de 2011

Baraka y el desapego espiritual de occidente


Hace poco vi nuevamente el documental “Baraka”, de Ron Fricke. Hay en esta película un despliegue visual de imágenes filmadas en varios continentes y que de alguna manera cuentan la relación del hombre con la naturaleza y la divinidad.

La película comienza y finaliza con ritos de diferentes religiones, se pasea por la alineación de la producción en serie y la frenética vida colectiva en las grandes ciudades, a la vez que muestra el transcurrir de indígenas y campesinos de lugares remotos (remotos, por supuesto, dependiendo de donde se encuentre el espectador). Es un caleidoscopio donde cabe una dolorosa mirada al genocidio de diferentes grupos humanos, a la destrucción de los bosques, a la perversidad de la guerra, y se presta a múltiples interpretaciones.

A mí se me ocurrió esta vez reflexionar sobre la complicada relación que tenemos los occidentales con lo espiritual o divino, sin que necesariamente se trate de lo religioso sino del conocimiento de uno mismo. Mientras que para los orientales y pueblos considerados “primitivos” la espiritualidad surge de manera espontánea, pareciera que a nosotros nos cuesta mucho la experiencia individual de conexión con Dios o con nuestro verdadero ser. En este lado del mundo las ceremonias religiosas son un acontecimiento social, hay muchos ritos y demostraciones colectivas. La verdad, no apreciamos el silencio. ¿Será que le tenemos miedo?

Las pocas veces que nos acercamos al silencio buscamos disfrazarlo con alguna disciplina del New Age, con algún elemento mágico que nos permita conseguir cosas o acercarnos a una esquiva serenidad. Nos vemos en el deber de etiquetar con algún nombre exótico un simple momento de oración o soledad, tenemos que justificarlo de alguna manera para no ser acusados de improductivos y ociosos en un mundo donde toda acción tiene que tener resultados… ¡Qué complicados somos!

domingo, 2 de octubre de 2011

Ilona llega, pero con retraso


¿Será verdad que son los libros quienes escogen a sus lectores, al revés de lo que siempre hemos pensado? ¿Será que algunos libros saben cuándo es el momento oportuno para que un lector los lea y aprecie? Quizás…

Durante unos cuatro o cinco años descansó en mi biblioteca “Ilona llega con la lluvia”, de Álvaro Mutis, sin que la lectura de sus dos primeras páginas lograra atraparme. Fue hace unos días, al leer algunos elogios sobre esta corta novela del escritor colombiano, que decidí leerlo.

No me explico cómo es posible que me haya privado por años de una lectura tan deliciosa, unos personajes originales e interesantes, una prosa contundente y poética a la vez.

Una pequeña muestra: “El cuerpo acabó de caer con un ruido sordo mientras el zumbido del ventilador se abría paso por entre el silencio que organiza la muerte cuando quiere indicar su presencia entre los vivos”. (Así, sin comas innecesarias).

Esta novela, que tiene mucho del género de aventura, narra un período de la inquieta vida de Maqroll el Gaviero, y su último encuentro con esa mujer enigmática, Ilona, que parece una versión femenina de sí mismo. Me la leí en un par de días, saboreándola despacio, para que me durara lo más posible. Forma parte de una trilogía y en lo que a mí respecta, ahora sí, arrepentida de mi falta de luces con respecto a Mutis y su obra, me dispongo a remediar este descuido, sin esperar a que sus libros se compadezcan de mí y me señalen y escojan como lectora.