Dice la canción: “en el mar la vida es más sabrosa, en el mar todo es felicidad…”. Tengo la fortuna de comprobarlo. Unos cortos días (muy cortos) en la playa me lo confirman. Hay en el ambiente marino un “laisse faire”, un “dolce far niente” completamente opuesto a lo que sufrimos en la capital de cualquier gran ciudad (como Caracas, por ejemplo).
Arena, sol, playa, piscina, nubes lejanas, gaviotas y mucho, muchísimo azul, dictaron la pauta. En el mar nada importa o –al menos- los problemas se empequeñecen y la sonrisa se dibuja fácil en el rostro cuando somos testigos de un hermoso atardecer.