sábado, 12 de diciembre de 2009
Nieve en el campus
Por televisión habían anunciado la hora precisa de la primera nevada de aquel otoño de 1994. La universidad estaba desierta; era el Día de Acción de Gracias. Me dirigí hacia el amplio patio desolado. Había una suave ventisca y el cielo estaba gris. Reconocí a un tímido estudiante malasio que –con las manos dentro de los bolsillos y tiritando- parecía esperar algo. Una suave gota helada me rozó la cara. Comenzaron a bajar gotas más densas y una capa blanca cubrió la grama. ¡La nieve! –pensé− la esperada nieve de mi infancia, capaz de conmover con su hechizo a un corazón tropical… El malasio se había quitado los guantes y extendía los brazos hacia el cielo. Nos miramos sonriendo y comprendimos que era nuestra primera nevada.
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