miércoles, 17 de marzo de 2010

Caracas sin azules


Cuando veo esta imagen tan querida de mi cerro, enmarcada por los chaguaramos del Parque del Este, no puedo dejar de preguntarme si regresarán alguna vez los cielos azules a mi ciudad.

Ya son casi dos meses desde que la calina o calima (¿cuál será el verdadero nombre?) se ha apoderado de nuestros espacios, nuestra mirada y nuestros pulmones. Esa extraña neblina que engaña la vista y contribuye a multiplicar los dígitos de la temperatura se impone ante al desconcierto de los caraqueños.

Familias enteras huyen durante los fines de semana hacia la costa, hacia ese frente marítimo de la ciudad que es el litoral guaireño, para disfrutar por un par de días de una atmósfera limpia y luminosa. Al regreso, los domingos en la tarde, el encanto se rompe y vuelven a sentir la opresión de una ciudad detenida en el tiempo. Casi no hay viento, en ocasiones se hace imposible distinguir algo más allá de los cien metros, vivimos en una nube artificial que nos arropa.

¿Hasta cuándo?