martes, 27 de septiembre de 2011

El Árbol de la Vida


Un poema visual, una película de autor, no comercial, un canto a la evolución del universo, una celebración de la vida y la muerte, un filme pretencioso y aburrido, una gran obra de arte… Estos son algunos de los calificativos que ha recibido esta película, ganadora de la Palma de Oro en Cannes y última entrega del director norteamericano Terrence Malick, quien siempre le imprime a sus obras una visión muy particular (para muestra: El Nuevo Mundo, La Delgada Línea Roja).

Lo que sí se puede afirmar categóricamente es que no es un cine para las masas. Más de un incauto y ávido consumidor del cine tradicional de Hollywood atraído por los taquilleros protagonistas no aguantará las 2 horas y 20 minutos que dura la película, con sus escenas simbólicas y saltos en el tiempo, mientras a quienes nos gusta ampliar nuestros horizontes y explorar caminos menos convencionales nos entusiasma. Cuestión de gustos, por supuesto.

La historia (no lineal) se desarrolla en un pueblito de Texas en los años 50’s, donde tres niños crecen, maduran y pierden la inocencia, bajo la tutela de un padre y una madre con personalidades que contrastan: la madre, toda dulzura, bondad y pasividad (Jessica Chastain) y el padre, amoroso, pero estricto y muy exigente a la vez (Brad Pitt). Jack, el hijo mayor, interpretado por Sean Penn, ya adulto, recuerda esa infancia y sus contradicciones, así como la devastadora muerte de uno de sus hermanos. Intercalado con este relato, Malick introduce con audacia un documental que cuenta la historia de la creación y evolución del universo (con Big Bang y dinosaurios incluidos). Por otra parte, la espiritualidad (no necesariamente religiosidad, a pesar de las citas bíblicas) se encuentra presente en toda la película.

Si el filme responde o trata de responder alguna de las preguntas metafísicas que los humanos nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas es algo que cada espectador responderá individualmente… a mí me gustó, me sorprendió, me encantó la música maravillosa aportada por Alexandre Desplat. La película quizás es un poco larga, pero esa es la visión del autor. Hay escenas maravillosas, inolvidables, surrealistas, como el encuentro de la familia a la orilla del mar. El Árbol de la Vida termina siendo, para mí, una larga oración, una lectura muy particular de la conexión entre los humanos, la naturaleza y el creador del universo.