Arturo Uslar Pietri y la Venezuela posible
Aurora Pinto
“Había descubierto entonces que él también era Robinson. En mitad de la ciudad, o en mitad del mundo. Solo en su isla aprendiendo a ser hombre y a valerse”. (1)
Arturo Uslar Pietri, La Isla de Robinson
No son muchos los hombres de letras y pensamiento que llegan a incursionar con igual éxito en la novela, el cuento, el ensayo, el teatro, la poesía, al mismo tiempo que en el periodismo, la política, la diplomacia, la docencia y la televisión. Como los genios del renacimiento, Arturo Uslar Pietri abarcó estas múltiples dimensiones del saber y en todas sus aportes fueron valiosos.
En el caso del periodismo, es de los pocos intelectuales del mundo que logra mantener una columna en un periódico –en este caso, El Nacional-, durante cincuenta años. Quizás sea precisamente la columna Pizarrón la que ofrece tanto al hombre común como al académico una vía segura para estudiar y comprender su pensamiento.
Durante medio siglo, Uslar observa, reflexiona y estudia a Venezuela y al mundo. Moldea su pensamiento en estos textos breves, en los cuales se imponen las restricciones del periodismo impreso, y exigen el máximo de su capacidad de síntesis. Hay en su escritura agudos análisis de un erudito que, lejos de abrumar con su prosa, consigue interesar al hombre de a pie sobre los temas históricos y culturales más trascendentes de la contemporaneidad. El estilo de este gran comunicador es ejemplo de síntesis y sobriedad. Algunas veces muestra atisbos de emoción, como cuando evoca personajes y acontecimientos que le atañen directamente; así sucede con las muertes de su padre y de su hijo; sin embargo, logra empatía con el lector sin ceder a la emotividad gratuita y alcanza alturas magistrales en esa sobria despedida que es la columna final: “Una larga jornada” (2) , el ocaso sereno del hombre público que sabe que llega a su fin.
En los cincuenta años de Pizarrón se encuentran reflejados los temas que van a ser una constante de su pensamiento. Temas que sorprenden por lo atinado de sus reflexiones y la vigencia que conservan muchos años después.
El origen de Venezuela y el mestizaje; los mitos que movieron a los colonizadores; los inicios y avatares de nuestra historia republicana; la democracia como concepto universal y como conquista del venezolano; la educación en América; el aporte del mundo hispano en el desarrollo de la humanidad; la evolución de las comunicaciones y sus consecuencias en la grandes transformaciones de la cultura universal. Vale la pena detenerse en algunos de estos temas para comprender lo que el docente oculto tras el periodista escribió en el pizarrón del aula de papel que es la prensa para que aprendiéramos a conocernos y aceptarnos y contribuir así con la construcción de una Venezuela posible.
El mito de El Dorado y el pensamiento mágico
No es casual que tanto en su dimensión de autor de ficción como en su papel de columnista, Uslar se interese por el mito de El Dorado. Buena parte de nuestros males se desprenden de esa búsqueda insensata de los conquistadores españoles de la inalcanzable ciudad mítica, llena de riquezas y alimentada por la fantasía.
De los escritos de Uslar sobre el tema se desprende que es ésta una de las tragedias de la América Hispana. A diferencia de los colonos ingleses, quienes se adentraron en las nuevas tierras con el ánimo de establecerse y fundar un nuevo mundo, muy diferente fue el sueño de los conquistadores españoles. La motivación era otra: alcanzar la gloria de una riqueza fácil, arrebatarla y regresar a España convertidos en señores.
La insensatez de los conquistadores los llevó a organizar las más arriesgadas expediciones y a planificar hipotéticas ciudades y reinos que nunca se materializaron. La organización de la administración española que años después de la conquista se materializaría en la excelente planificación de las ciudades coloniales fue reemplazada durante la conquista por el pensamiento mágico: esa noción que aún hoy en día nos acompaña de obtener la máxima prosperidad con el mínimo esfuerzo. La idea de alcanzar la realización personal a través del trabajo no llegó a calar hondo en los primeros españoles que llegaron a América.
La fuerza del mito aún persiste en nuestros días, aunque ahora no se encuentra simbolizado por el reino inalcanzable de El Dorado, sino por el rendimiento irracional de las muchedumbres ante algunos caudillos. Uslar alude al mito de Perón en la Argentina y a la fe ciega que despertó en el inconsciente colectivo de las masas, más allá de doctrinas o ideologías. Es la estrecha relación entre el pensamiento mágico y el poder en América Latina.
Contra este mal advierte Uslar cuando exalta la figura del Mariscal Sucre como el anticaudillo. A diferencia de otros jefes militares surgidos en el fragor de la guerra de independencia, Sucre –y también Bolívar- se encuentra motivado por ideales más nobles que el apetito individual de poder.
El otro mito del pensamiento mágico, no sólo venezolano y latinoamericano, sino que ya forma parte del mundo occidental es el del Buen Salvaje. La visión del hombre como un ser perfecto en su estado natural que surgió con el descubrimiento de América aún domina en nuestros días. De este mito nació la revolución francesa y sigue alimentando otras revoluciones y sustentando sueños utópicos. Uslar Pietri nos recuerda que la aseveración de la bondad natural del hombre nunca ha podido ser probada y afirma que, ante la actual crisis de las ideologías, la humanidad buscará reemplazar este mito por otro de igual fuerza y que origine nuevas transformaciones.
El mestizaje como expresión de la nacionalidad
La peculiar unión de tres razas: la española, la india y la negra, tiene en el pensamiento de Uslar Pietri un lugar preponderante como explicación del ser nacional y de la idiosincrasia latinoamericana. A diferencia de otros intelectuales que defienden la supremacía de alguna de estas razas sobre las otras dos, Uslar destaca la nueva estirpe que se forma a partir de ellas a través del mestizaje. Si bien reconoce la importancia de la lengua castellana como el idioma que prevaleció gracias a la conquista, afirma que más que la imposición de un lenguaje y una idiosincrasia se trató de una fusión y más que mero transplante de costumbres y hábitos, los conquistadores trajeron un añadido al que llama injerto (3) : el elemento que permitió la creación de un mundo y un hombre nuevo.
Ante aquellos que de manera romántica exaltan hoy en día al indio como la raza más significativa de Latinoamérica, en detrimento de cualquiera de las otras que han contribuido a formarnos, vale la pena recordar la visión realista de Uslar, quien aún reconociendo la importancia del indio por ser el más antiguo habitante del continente americano, nos recuerda que finalmente el ser nacional está compuesto por elementos diferentes a lo que representaban las tres razas en su estado puro. Es una fusión sin igual y poderosa que se aprecia en las más diversas manifestaciones culturales: en la cocina, en el arte, en el sentir religioso. El “pequeño género humano” del que hablaba Bolívar es el hombre nuevo americano y gracias a él se hace nuestra historia.
La Independencia y la creación de la república
Gloria y tragedia se encuentran asociadas, unidas indisolublemente en la formación de nuestra nacionalidad. La formidable labor de crear nuevos países pasó por una gesta heroica, pero que trajo numerosas calamidades a las nuevas repúblicas, fundamentalmente a Venezuela. Así nos recuerda Uslar Pietri al referir que en el caso de nuestro país la guerra de independencia fue la más larga –quince años- y se llevó la tercera parte de nuestra población, dejando al país libre de la dominación española, pero empobrecido y dividido entre numerosos caudillos que se disputaban liderazgos regionales.
El nombre de Venezuela bien podría haber nacido de la casualidad, como lo reseña Uslar al mencionar que esa designación se impone sobre otras más poéticas o acertadas, como Tierra de Gracia o Nueva Andalucía. Pero más allá del nombre propio con el que comenzó a identificarse nuestro territorio sin ser todavía un país, lo trascendente es la evolución que experimentó desde la conquista y la colonia hasta llegar al momento decisivo de la independencia, cuando deja de concebirse como un apéndice de España y adquiere una identidad de nación libre y soberana.
La semilla de las ideas independentistas necesitó de unos hombres que estuvieran a su altura: Miranda, Bolívar, Bello y Rodríguez. Son cuatro caracteres y cuatro pensamientos que difieren en muchos aspectos, pero tienen la suerte de coincidir en las ideas republicanas que luego de la guerra tomarían forma en nuestros países.
El altivo Miranda, lleno de ideas revolucionarias y europeizantes; el inquieto Bolívar, consciente ya desde su juventud de la necesidad de nuestros pueblos de encontrar una identidad propia; Bello, el intelectual, preocupado porque la ruptura con España no significara una interrupción de un proceso histórico. Y finalmente, el maestro Rodríguez, quien ya había inculcado en su alumno más notable, -Bolívar-, la idea de la originalidad de América.
La independencia, más allá de las circunstancias sociales y políticas que coincidieron para su realización –la ocupación de España por parte de Francia y el disgusto de los mantuanos por ser considerados súbditos de segunda categoría- partió de una búsqueda de identidad que sólo podía resolverse con la instauración de una república. Bien nos recuerda Uslar que más que una ruptura con España, la contienda independentista tuvo características de guerra civil. Españoles con ideas republicanas participaron en las filas patriotas, mientras que numerosos criollos se sumaron a la defensa de los privilegios del monarca. Fueron hermanos defendiendo diferentes sistemas políticos. De esta aparente contradicción, donde una vez más se pone de manifiesto el mestizaje, nace un país donde las nociones de vida republicana y democracia aún tardarían muchos años en imponerse.
La educación en Venezuela
Quizás es Uslar Pietri uno de los intelectuales venezolanos que más ha destacado la originalidad del pensamiento de Simón Rodríguez acerca del sistema educativo que debería imponerse en Venezuela y América. Coincide con él en su búsqueda de una pedagogía original de nuestro continente, orientada a proporcionar al ciudadano fundamentos educativos, un oficio útil y el acceso a la propiedad de la tierra, permitiéndole así convertirse en colono de su propio territorio.
Pero además de resaltar a Rodríguez, Uslar también expone sus propias ideas sobre las debilidades y oportunidades de nuestra educación. Desde los años cuarenta divulga su convicción acerca de la necesidad de que la educación universitaria no sea gratuita. Defiende este punto álgido argumentando con mucha lógica: “lo que nadie paga a nadie le duele”(4). Al haber sido ministro de Educación Nacional conoce los problemas educativos a fondo. Se aleja de las posiciones demagógicas, aboga por los exámenes de admisión y la selectividad al momento de aceptar a maestros y profesores. Estos argumentos, sin duda, deben haberle granjeado pocas simpatías entre los políticos de la época, pero siempre tuvo la valentía de sostener su opinión y sustentarla con razones.
Otra de sus preocupaciones con respecto a la educación universitaria fue siempre que nuestros centros de estudios supieran mantener su independencia frente a las ideologías y lo que denomina “servidumbre política”(5); esto es, que se dedicaran a formar y a forjar a los ciudadanos del futuro.
La democracia y los héroes civiles
Al analizar el origen de la democracia en Venezuela y en los otros países americanos, Uslar no puede dejar de reconocer la profunda diferencia entre la manera como se impuso este estilo de gobierno entre los americanos del norte y entre los del sur.
Mientras los primeros ya tenían una sociedad democrática, cuya consecuencia lógica fue el movimiento independentista de la hegemonía inglesa, en los últimos, la democracia se impuso abruptamente al obtenerse la independencia de España. A la ruptura con los principios absolutistas de los monarcas españoles siguió la inmediata adopción de los más elevados ideales de democracia e igualdad social nunca antes experimentados por nuestros pueblos.
Como era lógico esperar, se impuso el caos que dio origen a la ausencia de institucionalidad y a la proliferación de caudillos. En consecuencia, la adopción de los principios democráticos ha experimentado en América Latina un largo y difícil camino en el cual somos proclives a equivocaciones y retrocesos. Hay entre nosotros una tendencia a la anarquía y al individualismo, al “nominalismo”(6), definido por Uslar como el pensar que al adoptar un nombre, que bien pudiera ser el de la democracia, ya se está ejerciendo la idea que se encuentra tras esta definición.
También hay quienes piensan que los pueblos de América Latina no están preparados para la democracia y esta vendría a ser un derecho exclusivo de las naciones más desarrolladas. A ellos, Uslar les responde que hemos luchado por ideales de igualdad y justicia desde la conquista, porque estos principios son parte inherente al ser humano. También recuerda que numerosas veces han sido precisamente países del primer mundo los que han caído subyugados por los más feroces dictadores e ideologías.
El pensamiento de Uslar sobre la mejor manera de lograr que se imponga la democracia en nuestros países nuevamente coincide con el de Simón Rodríguez, quien confiaba en la fuerza de la educación como elemento transformador de las sociedades en la tarea de formar ciudadanos.
Pero, ¿cómo debe ser una educación orientada hacia principios democráticos? Uslar se lamenta de la preponderancia en nuestros pensum de estudios de la exaltación de los héroes militares. Aún reconociendo la importancia de los guerreros de la independencia en la formación de la república, específicamente en el caso de Venezuela, llama la atención sobre la necesidad de conocer y destacar a los numerosos héroes civiles con los que cuenta nuestra patria. Menciona como ejemplo de virtudes cívicas a Valentín Espinal, Martín Tovar, Cecilio Acosta, Fermín Toro, José María Vargas, entre otros. Todos, hombres cuyos pensamientos y acciones civilizadoras contribuyeron enormemente a forjar nuestra nacionalidad.
La ausencia del reconocimiento a estas personalidades y a sus obras deriva en una visión parcial y deformada de la historia. Es como si sólo el lado guerrero de nuestros prohombres fuera el más importante, cuando en realidad un país puede nacer de un hecho violento y necesario como la guerra de independencia, pero para convertirse en nación necesita ejercer la vida republicana y en ella, a través de sus personajes civiles, se crea y practica la democracia. Esto se logra a través de la formación de las instituciones, del florecimiento de las artes y las ciencias, de la evolución del pensamiento y del ejercicio diario de indispensables actividades civiles como el trabajo, la educación y la política.
Así como resalta las cualidades de los héroes civiles, se preocupa porque la enseñanza de la democracia no se quede sólo en la vacía memorización de un conjunto de reglas, sino que la escuela enseñe a los alumnos a convivir democráticamente, a respetar los pensamientos diferentes y, sobre todo, a buscar y a defender la libertad.
La evolución de la cultura
Uslar Pietri nunca dejó de interesarse por estudiar y reflexionar acerca de los aspectos culturales, históricos, sociológicos y políticos que contribuyeron a la evolución de la humanidad.
En este sentido, ejerció una labor docente al divulgar por medios masivos y en un lenguaje ameno, conversacional y fácilmente entendible su interpretación de grandes temas universales.
En Pizarrón abordó las consecuencias de las grandes transformaciones que ha vivido la humanidad, con especial énfasis en las ocurridas durante el siglo XX y de las que fue testigo. Son de particular interés sus observaciones sobre los medios de comunicación de la cultura.
Al remontarse a la invención de la imprenta por parte de Guttemberg, destaca como la masificación del libro ha significado que un mayor número de personas acceda al saber. De la imprenta también se esperaba que funcionara como el artículo mágico capaz de ayudar al hombre a salir de las tinieblas, otorgándole la propiedad de ser el vehículo más adecuado para imponer la cultura sobre la oscuridad y la ignorancia.
Según Uslar, esto no ha sido siempre así, pues existieron sin duda civilizaciones admirables que no poseyeron este instrumento; igualmente, luego de la invención de la imprenta, el uso dado a los libros ha sido muy variable. Bien puede ser elemento de progreso como de difusión de ideas oscurantistas. Sin embargo, es indudable su trascendencia como elemento transformador y moldeador de sociedades.
Los medios de comunicación, en general, poseen para Uslar esa característica revolucionaria. Al referirse al diario, lo llama la “universidad en la calle”(7), expresión que cobra un interesante significado. Atribuye al periódico una labor docente, de formación del ciudadano al permitirle, en contraste con la inmediatez de los medios audiovisuales, un nivel de profundización, interpretación y pertinencia que lo distingue.
Al mencionar a la computadora y su importancia, Uslar se adelanta a la invención de Internet, siendo capaz de avizorar un futuro en el cual está al alcance de la mano y de manera casi ilimitada, todo el conocimiento humano. Pero advierte que la computadora y lo que de ella se deriva finalmente es sólo una herramienta más, susceptible de ser utilizada tanto para el engrandecimiento del hombre como para su degeneración.
El petróleo y la riqueza fácil
Este es uno de los temas más constantes en el pensamiento de Uslar y probablemente por el que será más recordado. Prueba de una admirable capacidad de observación, estudio de la realidad y percepción del futuro es aquel temprano editorial de 1936 escrito en el diario Ahora, titulado: “Sembrar el petróleo”, y comentado unos años después en Pizarrón.
El origen del predominio de la riqueza fácil en Venezuela bien pudiera estar asociado a la conducta de nuestros conquistadores, para quienes la prosperidad material era un objetivo a alcanzar sin mediar el esfuerzo, la disciplina y el trabajo.
En todo caso, Venezuela es uno de los pueblos que sucumbe a la tentación de la abundancia no ganada gracias a la aparición repentina de petróleo, hecho que transforma repentinamente a un país rural, de menguada economía, en una nación de nuevos ricos que no se han procurado esa prosperidad, sino que les viene dada por caprichos de la naturaleza.
Uslar ve muy temprano el peligro que esto representa y propone acciones concretas para evitar sus consecuencias: invertir en la diversificación de la economía para no depender de una sola fuente de ingresos, aprovechar la riqueza transitoria para promover la agricultura como fuente reproductiva de entradas económicas. Su llamado fue a hacer de la explotación de un bien no renovable una fuente de prosperidad para el futuro.
Uslar deplora muchos años después la oportunidad perdida de haber invertido en salud, educación y obras de infraestructura que nos podrían haber convertido en una nación moderna. El populismo y la demagogia –puntualiza- nos han apartado de la prosperidad asociada a la economía de mercado, sistema probado con el éxito de los países más avanzados.
Es lamentable que ni entonces ni hoy haya sido entendida y aplicada en toda su dimensión esta oportuna advertencia.
Un pensamiento luminoso
Al leer los artículos de Pizarrón y asomarse a la obra y vida pública de Arturo Uslar Pietri surgen una serie de interrogantes sobre el papel de los intelectuales en la historia de nuestro país. Nos parece pertinente reflexionar sobre la relevancia que atribuimos los venezolanos a nuestros hombres de letras.
¿Será que hemos condenado a nuestros intelectuales a un mero papel decorativo?
Es innegable que Arturo Uslar Pietri recibió en vida numerosos reconocimientos y tuvo la oportunidad de intervenir y dejar huella en instituciones venezolanas al formar parte del Congreso Nacional, intervenir en la redacción de importantes leyes y cumplir actuación destacada como ministro y diplomático. Sin embargo, una lectura atenta de los últimos artículos de Pizarrón revela su gran desengaño, que casi podríamos calificar de amargura e impotencia por todas las oportunidades de rectificar el camino que perdió nuestro país y la indiferencia demostrada por dirigentes y ciudadanos ante sus advertencias.
Cabe preguntarse: ¿Qué haremos los venezolanos con las reflexiones y pensamientos de Arturo Uslar Pietri? ¿Cómo administraremos su legado?
Hay un país Uslar, un pensamiento Uslar, una estética cultural Uslar, un país que fue pensado, pero que nunca tuvimos el valor de construir. Es quizás esta la tragedia del intelectual venezolano, del maestro a quien se oye pero no se escucha; a quien se reverencia y se rinden homenajes, pero se le da la espalda. Él es, probablemente, la conciencia molesta que nos dice lo que no queremos oír, lo que nos negamos a asimilar y comprender.
Arturo Uslar Pietri coincide, como hemos revisado, con muchos de los pensamientos de ese otro gran incomprendido que fue Simón Rodríguez, el Robinson venezolano del siglo XIX. ¿Acaso también condenaremos a Uslar a la soledad de Robinson en su isla? ¿Será reducido dentro de unos años su pensamiento a unas cuantas frases, que podrían ser adoptadas por el populismo y la demagogia que tanto aborreció en vida?
Esperamos que esto no ocurra sino que otras generaciones, quizás más valientes y perspicaces, se atrevan a adoptar y poner en práctica su legado.
Aunque ya Uslar es objeto de estudio, queremos creer que sus ideas seguirán estimulando la reflexión y la búsqueda de una Venezuela posible en los años venideros. Pizarrón será sin duda una herramienta indispensable para comprender y acercarse al pensamiento luminoso de este venezolano universal.
Bibliografía
Biblioteca Uslar Pietri (2006). Pizarrón. Caracas: Los Libros de El Nacional, Universidad Metropolitana. Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri.
Uslar Pietri, Arturo (1975). El Globo de Colores. Caracas: Monte Ávila Editores, C.A.
Uslar Pietri, Arturo (1982). La Isla de Robinson. Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A.
Uslar Pietri, Arturo (1997). Las Nubes. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana Editores, C.A.
(1) Uslar Pietri, 1982: 14
(2) Biblioteca Uslar Pietri, 1997a: 471
(3) Biblioteca Uslar Pietri, 1997b: 55
(4) Biblioteca Uslar Pietri, 1997c: 15
(5) Biblioteca Uslar Pietri, 1997d: 322
(6) Biblioteca Uslar Pietri, 1997e: 396
(7) Biblioteca Uslar Pietri, 1997f: 199