De vez en cuando, en mi urbanización, una iglesia local organiza un mercado de pulgas. Es la ocasión para que los vecinos se deshagan de algunos corotos viejos y hasta saquen alguna platica. La filosofía detrás de los “flea markets” parece ser: “la basura de unos puede ser el tesoro de otros”. Así es. Hace unos días me acerqué al mercado de pulgas con la intención de curiosear y ‒debo reconocer‒ para estudiar el movimiento de la actividad a ver si me animaba a participar en él. Me llevé unas cuantas sorpresas. Junto a un montón de ropa vieja había una que otra antigüedad y, por supuesto, discos y libros interesantes.
Allí, tirado en el suelo, junto a viejas revistas y unos platos que ya vivieron sus mejores tiempos estaba una obrita de Ítalo Calvino (por solo 10 bolívares) que en vano había buscado hace meses en nuestras cada vez más desprovistas librerías: El Castillo de los Destinos Cruzados. Se trata de unos relatos de este gran escritor italiano en los que el autor se valió de las cartas del Tarot para armar personajes y argumentos.
La estructura de la obra es sencilla, pero efectiva. Varios personajes se encuentran en un castillo (luego lo harán otros en una taberna) y por razones desconocidas todos han perdido el habla. Los personajes utilizan un mazo de cartas del Tarot para contar (como si fuera un story-board) sus vidas.
Así, las historias del alquimista que vendió su alma, de la novia condenada, de Astolfo en la luna y todas las demás, adquieren vida y sentido con cada carta.
Calvino utiliza este recurso para contar unas cuantas historias, pero al describir las cartas, sugiere otras, lo que hace al libro aún más interesante. Un verdadero hallazgo de “flea market”.