jueves, 2 de febrero de 2012

Del páramo al llano: Camino Real del Quinó





Los miembros del Centro Excursionista Caracas (CEC) tenemos la fortuna de disfrutar los paisajes contrastantes y recorrer los caminos de inigualable belleza que nos ofrece la geografía venezolana. Uno de ellos es el Camino Real del Quinó. Para finalizar el 2011 y comenzar con buen pie el 2012, dos grupos de miembros del CEC transitamos este antiguo camino, que lleva en cuatro días desde Mérida hasta Barinas.

Salimos de noche en transporte público desde Caracas para llegar a la ciudad de Mérida a la mañana siguiente, donde ya en el terminal estaban muy atentos los representantes de Ekkaia, Turismo de Base Comunitaria, la institución que organiza este recorrido, conjuntamente con los habitantes y baquianos locales. Luego de un emocionante viaje en rústico de unas tres horas, con la correspondiente parada para disfrutar de los pastelitos andinos en Mosnandá, llegamos a Los Nevados, uno de los más bellos pueblos andinos, que parece colgado de la Sierra Nevada, con gente amable y hospitalaria. Allí almorzamos antes de caminar por una hora hacia el Río Nuestra Señora, mientras las mulas llevaban nuestros morrales y los caminantes tomábamos fotos y admirábamos los mágicos colores de la tarde andina. Luego de una hora más o menos de subida llegamos a la Hacienda El Carrizal, donde fuimos recibidos por el señor Francisco Castillo y su familia, con quienes compartimos durante la cena y el desayuno, entre cuentos y anécdotas de la zona.

A la mañana siguiente, un cielo despejado nos reveló la cumbre del Pico El Toro, visible desde la Hacienda y luego, a una media hora de camino, contemplamos de lejos la cara norte del Pico Bolívar. Entre páramos sembrados de frailejones, el camino discurría en zig-zag, rodeaba verdes montañas cercadas por precipicios, subía y bajaba entre piedras y nos alejaba de todo vestigio de civilización. Cerca de las 5 llegamos al campamento de Boca de Monte. Aquí ya habíamos dejado atrás los frailejones y la vegetación era de media montaña. En la noche, luego de una cena frugal, nos deleitamos contemplando el cielo estrellado, pero pronto el frío nos empujó a las carpas.

Con el nuevo día continuamos la caminata la mayor parte del tiempo por una bajada resbalosa y cerrada, típica de la selva nublada. Nos rodeaban helechos y bromelias, la temperatura era templada y el día fresco hasta bien entrada la tarde, cuando el olor de los cafetales y el calor nos avisaron que ya estábamos llegando a El Quinó, un caserío encantador, en el límite con el estado Barinas, con su pequeña iglesia y el cuadrilátero de grama de la Plaza Bolívar. Allí nos alojamos en la Mucuposada La Paragüita. En la noche disfrutamos de la amabilidad de nuestros anfitriones y de los cantos y poesías de los habitantes del pueblo, así como de una suculenta cena.

La última jornada de camino transcurrió por bosques y veredas más anchas, subidas y bajadas de notable pendiente, que nos llevaron directamente al calor del llano. Fue maravilloso contemplar los variados tonos de verde de la sabana y los copos de nubes que se perdían en el infinito al aproximarnos a la Mucuposada Vista Hermosa. Aquí la mayoría disfrutó de un chapuzón en una poza y estuvimos rodeados de las atenciones de Edgar Pérez y su familia, quienes nos llevaron al día siguiente hasta Socopó, nuestro último destino y desde donde tomaríamos el autobús que nos regresaría a Caracas, muy contentos luego de otra maravillosa experiencia recorriendo los caminos de nuestra Venezuela.

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