"No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo".
Truman Capote
Truman Capote
Acabo de terminar (o devorar) “Otras voces, otros ámbitos”, de Truman Capote. El gran escritor sureño plantea en esta corta novela (creo que su primera, publicada originalmente en 1947), el camino iniciático que llevará al joven Joel desde su infancia hasta su adolescencia, al tiempo que vislumbra su adultez.
Es una novela excelente, con hermosos y dolorosos pasajes; tiene algo de los héroes de Dickens, pero sin el “happy end”. Tomemos, por ejemplo, a Grandes Esperanzas. Mientras que el joven Pip se levanta entre varios infortunios hasta convertirse en un adulto maduro y seguro de sí mismo, para Joel las cosas no van a resultar tan sencillas. Poco a poco descubrirá que el mundo de los adultos que lo rodean está hecho de mentiras y, eventualmente, se atreverá a abandonarlo para buscarse a sí mismo.
Pero lo que me inquieta no es tanto comentar la novela, sino lo pesada que puede resultar una lectura cuando nos llega mediante alguna traducción demasiado española. Tengo la edición de Bruguera, plagada de habéis, estáis e incluso uno que otro chaval.
Entiendo que se trata de un correcto castellano. No hay dudas. Pero... cómo cuesta conciliar al chico que sufre en Alabama con ese lenguaje más propio de Madrid o Albacete... Es como si forzáramos al personaje principal y a sus amigas Floribel y Idabel a hablar como chamos caraqueños; o, digamos, como si se expresaran con un marcado acento argentino o mexicano. Aparte de ser risible, estas traducciones nos alejan mucho del ambiente que el escritor quiere plasmar, en este caso, el del sur profundo de los Estados Unidos.
La solución podría ser leer los libros en su idioma original. Al menos con lo clásicos, es posible encontrarlos en otros idiomas, incluso aquí en Caracas, pero... cuando uno se encuentra con un libro de un autor japonés, por ejemplo, surge la duda. ¿Cuál será la mejor traducción?. La obra de Murakami ¿habrá sido traducida directamente del japonés al castellano, o la traducción original fue en inglés y de allí se pasó a nuestro idioma? En ese caso, ¿cuánto se ha perdido entre los giros de cada lengua?... un tema que da qué pensar...
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