martes, 25 de octubre de 2011

Baraka y el desapego espiritual de occidente


Hace poco vi nuevamente el documental “Baraka”, de Ron Fricke. Hay en esta película un despliegue visual de imágenes filmadas en varios continentes y que de alguna manera cuentan la relación del hombre con la naturaleza y la divinidad.

La película comienza y finaliza con ritos de diferentes religiones, se pasea por la alineación de la producción en serie y la frenética vida colectiva en las grandes ciudades, a la vez que muestra el transcurrir de indígenas y campesinos de lugares remotos (remotos, por supuesto, dependiendo de donde se encuentre el espectador). Es un caleidoscopio donde cabe una dolorosa mirada al genocidio de diferentes grupos humanos, a la destrucción de los bosques, a la perversidad de la guerra, y se presta a múltiples interpretaciones.

A mí se me ocurrió esta vez reflexionar sobre la complicada relación que tenemos los occidentales con lo espiritual o divino, sin que necesariamente se trate de lo religioso sino del conocimiento de uno mismo. Mientras que para los orientales y pueblos considerados “primitivos” la espiritualidad surge de manera espontánea, pareciera que a nosotros nos cuesta mucho la experiencia individual de conexión con Dios o con nuestro verdadero ser. En este lado del mundo las ceremonias religiosas son un acontecimiento social, hay muchos ritos y demostraciones colectivas. La verdad, no apreciamos el silencio. ¿Será que le tenemos miedo?

Las pocas veces que nos acercamos al silencio buscamos disfrazarlo con alguna disciplina del New Age, con algún elemento mágico que nos permita conseguir cosas o acercarnos a una esquiva serenidad. Nos vemos en el deber de etiquetar con algún nombre exótico un simple momento de oración o soledad, tenemos que justificarlo de alguna manera para no ser acusados de improductivos y ociosos en un mundo donde toda acción tiene que tener resultados… ¡Qué complicados somos!

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