martes, 8 de mayo de 2007

Releer a Doña Bárbara I



Acabo de releer Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. Fue una lectura sorprendente. Lo digo porque este clásico de la literatura venezolana siempre depara algo nuevo. Uno ya conoce los personajes –o cree conocerlos hasta la saciedad- pero luego de una lectura atenta, descubre nuevos ángulos o reinterpretaciones. Esta vez me detuve a observar con más detalle a Marisela, a la cual siempre se relaciona con la pasividad; se le ha descrito como la típica mujer inocente, “domable”, a diferencia de su madre. La niña, a quien Santos Luzardo “salva” de la miseria y el abandono. Luzardo vendría a ser el Pigmalión que se enamora de su obra.

Pues no, definitivamente Marisela no es tan inocente como nos han pretendido señalar. Tampoco voy a caer en el extremo de afirmar que es la verdadera cuaima del asunto, porque al final se queda con todas las haciendas, luego de la desaparición de su madre y el conveniente matrimonio con Santos. Tampoco.

Marisela no sólo recibe, Gallegos nos hace ver en algunas escenas que es ella la que impide que Luzardo sea tragado por la llanura al imponerle con su presencia el apego a las normas y costumbres de la civilización. Ambos personajes se necesitan y complementan para poder realizarse. Marisela es la joven que evoluciona desde la inconsciencia infantil hasta convertirse en la mujer madura, capaz de mostrar cariño hacia su padre y de hacerse responsable por su destino.

De vez en cuando hay que releer a Doña Bárbara para asombrarnos al descubrir algo nuevo en los recios y bien definidos personajes, más allá de los estereotipos en los cuales nos hicieron creer en la escuela.

No hay comentarios: