lunes, 30 de abril de 2007

El Camino del Norte


La vida es, sin duda, un viaje y así nos lo recuerda esta estupenda novela de Horacio Vásquez-Rial, un escritor argentino afincado en España desde hace muchos años. Es un veterano y con esta novela gana el premio de la Editorial Norma. Realmente, eso del premio me tiene sin cuidado. Es tremenda novela por varias razones.

El argumento te atrapa desde el principio hasta el fin. El Dr. Kramer, un médico que fuera guerrillero durante los años de la reciente dictadura argentina, despierta de un largo sueño. De tres años, para ser exactos. Se le dio por muerto, desaparecido, pero no, el hombre fue “dormido”, como una cruel manera de desaparecerlo por parte de una manipuladora traficante de almas.

Kramer despierta, pues, y le toca rehacer su vida, justo en los años 2001-2002, cuando ocurren en la Argentina los terribles sucesos del “corralito”, y toda esa crisis que puso en vilo a la democracia en el país sureño. Junto a su amigo Bruno y a una simpática bruja que recogen en el camino, se dirigen al norte, a buscar al amor adolescente de Kramer, su prima Lucinda.

Con la excusa del viaje, Kramer y sus amigos topan con personajes interesantísimos, reconstruyen y reflexionan sobre sus vidas. Temas como el amor, el sexo en la edad madura, la política, las desilusiones, los engaños, los nazis escondidos en Argentina, los judíos y su eterna búsqueda de identidad, se dejan colar en los sabrosos diálogos, pero nunca de una manera moralizante, sino como esas reflexiones de la vida cotidiana que todos nos hacemos a veces, así sea en voz baja.

Otra de sus virtudes es el estilo narrativo de Vásquez-Rial. Sobrio, sencillo, limpio de afectaciones. Además, los capítulos son cortísimos, invitando a la lectura. Un buen descubrimiento que recomiendo sin reservas.

viernes, 27 de abril de 2007

Encuentro en el Parque Cuevas del Indio























El domingo 22 de abril el Centro Excursionista Caracas (CEC) organizó un gran encuentro con varias actividades en el Parque Cuevas del Indio, en La Guairita. Fue un día especial, donde miembros activos de este club de aventureros nos dimos la mano con un grupo de los veteranos que nos precedieron en la práctica de este emocionante deporte.
Hubo mini-talleres sobre lectura de mapas y uso del GPS, llenado de morrales, tips de primeros auxilios y, por supuesto, emocionantes prácticas de escalada y rapel, para lo cual contamos con la colaboración espontánea de la montañista y campeona de escalada Flor Boscán, nuestro veterano presidente, Hans Schwarzer, así como las compañeras Ana Da Luz y Adriana López y miembros del Grupo de Rescate Humboldt.
Los demás módulos estuvieron a cargo de Jesús Fernández, Juan Vásquez, Eloy Boulton, Héctor Pérez, Elizabeth Sánchez y quien suscribe.
Fue un día para el reencuentro y el compartir en familia, la gran familia del CEC y sus amigos. Las fotos hablan por sí solas.

Bambú


El creador del Aikido, el sensei Morihei Ueshiba, aconsejaba a sus seguidores:

“Estudia las enseñanzas del árbol de pino, del bambú y del cerezo florido. El pino es admirado por estar siempre verde y por sus raíces firmes. El bambú es fuerte, flexible e indestructible. El cerezo florido es robusto, fragante y elegante”.

Así debe ser el alumno, dicen los monjes que practican el zen y los maestros de artes marciales. Así deberíamos ser todos, fuertes y flexibles a la vez, para alcanzar el equilibrio y mantener la serenidad.

viernes, 20 de abril de 2007

Librerías y libreros





Confieso que no tengo un librero preferido. No sé por qué nunca he podido desarrollar esa especial relación de camaradería entre cliente y librero que otros lectores han logrado. Lo que pasa es que soy infiel por naturaleza. No me gusta dejarme llevar por un criterio único. Más que pedir y escuchar consejos, prefiero abrirme a las múltiples posibilidades que ofrece la exploración de una buena librería. Entro a ellas con ánimo de excursionista. Soy como los gourmets que frecuentan sus restaurantes favoritos, pero apenas abre uno nuevo en la ciudad, corren a conocerlo. Nada es más emocionante para el intelecto (y peligroso para el bolsillo) que la detallada exploración de una nueva librería. Sin embargo, pienso que mi librería ideal no existe o quizás la sigo buscando infructuosamente en las calles de Caracas y otras ciudades.

Aquí va una rápida reseña de mis librerías preferidas en el extranjero:

-Barnes & Noble, en USA.
Confieso que he pasado horas en las de Boston, Nueva York, Pittsburgh y DC. Es alucinante encontrar todo un piso dedicado sólo a ficción, otro a deportes, otro a libros sobre arte.
-Casa del Libro y Ediciones Desnivel, en Madrid
La primera, ubicada en la Gran Vía, tiene unos cinco pisos que sobresaltan y emocionan. Los precios en euros lo vuelven a uno a la realidad. Ediciones Desnivel, cerca de la Plaza de Matute, tiene todos los libros de montaña y deportes de aventura con los cuales sueña un excursionista. Como curiosidad, vale mencionar que en su sección de mapas se encuentran planos detallados de la Gran Sabana.
-Libri Mundi y Mr. Books: la Casa de las Palabras, en Quito
Ambas están muy bien situadas. Libri Mundi está a una cuadra de la turística Av. Amazonas, mientras que Mr. Books: la Casa de las Palabras se encuentra en el Centro Comercial El Jardín. Ofrecen novedades de editoriales españolas y argentinas que –sospecho- no llegan a Venezuela. Son notables sus colecciones de libros en inglés, francés, alemán e italiano.
-Saraiva, en Rio de Janeiro
Conozco la del Rio Sul Shopping Center. Es una réplica brasileña de las Barnes & Noble y las Borders americanas. Tiene un café espectacular, venta de discos, docenas de revistas y muchas actividades para los lectores.
-Amazon, virtual
Es la quintaesencia de las librerías. Ofrece virtualidad, adivina tus pensamientos, te tienta con las más audaces técnicas de mercadeo, hasta permite hojear algunos libros. Como transacción rápida y eficiente está bien, pero... hay que pagar en dólares. Además, nada se compara con el gusto de manosear libros, sopesarlos, comparar, registrar en los estantes... como todo lo virtual, Amazon ofrece sólo un placer fugaz.

lunes, 16 de abril de 2007

Una mañana en el cortafuego






























La subida al Avila está restringida nuevamente. Los caraqueños amantes de esta montaña ya nos estamos acostumbrando a esta medida, tomada por las autoridades cada año durante la época de sequía como una manera -a mi parecer- ingenua de prevenir los incendios en el cerro.

Digo ingenua, porque a pesar de la restricción, a pesar de las revisiones que realiza la Guardia Nacional a los morrales y koalas de los excursionistas que suben por los tramos permitidos, los incendios continúan. Además, los guardias requisan por algunos puntos y por otros no. Eso lo pude comprobar ayer domingo 15 de abril, cuando subí por la entrada Gamboa, de San Bernardino, junto con otros 33 compañeros del Centro Excursionista Caracas (CEC). Dos guardias muy diligentes nos revisaron en busca de fósforos o yesqueros y luego, al caminar por el cortafuego cerca de la entrada de La Florida, observamos jóvenes fumando tranquilamente y caminantes que suben con sus perros –algo absolutamente prohibido en el Parque Nacional-. En fin, paciencia.

A pesar de todo, fue una mañana muy agradable. Caminé con mis amigos unos 7 kilómetros y medio, desde Loma del Viento en San Bernardino, hasta el Puesto de Guardaparques Sabas Nieves, en Altamira. Fue un recorrido muy tranquilo, la mayor parte en terreno plano, aunque con algunas subidas y bajadas, sobre todo después del Puesto de Guardaparques Chacaíto. Desde antes de las 8 de la mañana hay trotadores en ese tramo y numerosos caminantes que aprovechan el privilegio de observar la ciudad desde la altura, atravesando bosques donde se esconden orquídeas y surgen cascadas y aves de la verde vegetación. Casi todo el camino es sombreado. Hay miradores naturales en cada curva, donde los despreocupados capitalinos contemplamos el rostro de una Caracas por fin serena y amable, diferente a la de todos los días.
Con mañanas así uno regresa al hogar reconciliado con el mundo.

lunes, 9 de abril de 2007

La Revolución llegó para quedarse



No la que están pensando. Es “La Revolución”, pieza teatral de Isaac Chocrón, que vuelve a las tablas con el Grupo Actoral 80, en la sala del Centro Corp Group, en Caracas.

La obra fue estrenada en 1971 y su elenco original contó con los inolvidables Rafael Briceño y José Ignacio Cabrujas. Esta vez son Basilio Álvarez y Héctor Manrique quienes dan vida a Gabriel y Eloy, los dos patéticos homosexuales que montan un show tan decadente como sus vidas en un triste local nocturno venezolano.

Me encantó la pieza, las actuaciones, el tono y ritmo de la obra. Y también me deleité observando las reacciones del público ante esta tragicomedia. Sospecho que muchos espectadores, al saber que los protagonistas eran dos gays, acudieron en busca de la risa fácil y estereotipada que el teatro comercial ha puesto en boga cuando trata asuntos relacionados con la homosexualidad.

En el primer acto, sobre todo, hay muchas risas, chistes no tan fáciles, agudos diálogos que van preparando al público verdaderamente atento hacia un final de tragedia. Pero, es mejor no anticipar nada, para que ustedes mismos vayan y comprueben por qué es la obra teatral venezolana más representada en el exterior, por qué su tema es universal, por qué tiene tantas lecturas, por qué las revoluciones deberían comenzar por dentro, antes de intentar cambiar lo externo.

Uno de los personajes dice en un momento algo así como: “Cuando uno más trata de cambiarse, termina pareciéndose más a sí mismo”. ¿Será verdad, en el contexto de nuestra realidad venezolana?

miércoles, 4 de abril de 2007

Salmerón Acosta y Ramos Sucre: Los trágicos poetas cumaneses

En estos días la casualidad me hizo tropezar con la obra de dos extraordinarios poetas cumaneses. Se trata de José Antonio Ramos Sucre y de Cruz Salmerón Acosta. Ambos contemporáneos, nacido el primero en 1890 y el segundo, dos años después. Tenían un talento fuera de lo común y fueron víctimas de un destino trágico.

Salmerón Acosta contrae muy joven la lepra, lo cual le hace abandonar a su enamorada para recluirse por 15 años en espera de la muerte en la población de Manicuare, en el Golfo de Cariaco, desde donde contempla el mar y la ciudad de Cumaná mientras su cuerpo degenera lentamente. Escribe y, finalmente, dicta sus últimos poemas.

Ramos Sucre estudia leyes en Caracas. Llega a dominar varios idiomas y a ejercer diversas profesiones, como profesor de latín e historia universal, traductor y juez. Apenas al llegar a los 40 años, tras una existencia dedicada a compartir su arte con la carrera diplomática, se quita la vida en Ginebra.

Son dos vidas intensas, trágicas, inolvidables. Sus poemas han sobrevivido el tiempo. En ellos se confirma la trascendencia del arte.

Azul (Cruz Salmerón Acosta)

Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela
bajo la paz azul de la mañana,
color que tantas cosas me revela!

Azul que del azul del cielo emana,
y azul de este gran mar que me consuela,
mientras diviso en él la ilusión vana
de la visión del ala de una vela.

Azul de los paisajes abrileños,
triste azul de mis líricos ensueños,
que me calma los íntimos hastíos.

Sólo me angustias cuando sufro antojos
de besar el azul de aquellos ojos
que nunca más contemplarán los míos.



El mandarín (José Antonio Ramos Sucre)

Yo había perdido la gracia del emperador de China.
No podía dirigirme a los ciudadanos sin advertirles de modo explícito mi degradación.
Un rival me acusó de haberme sustraído a la visita de mis padres cuando pulsaron el tímpano colocado a la puerta de mi audiencia.
Mis criados me negaron a los dos ancianos, caducos y desdentados, y los despidieron a palos.
Yo me prosterné a los pies del emperador cuando bajaba a su jardín por la escalera de granito. Recuperé el favor comparando su rostro al de la luna.
Me confió el develamiento y el gobierno de un distrito lejano, en donde habían sobrevenido desórdenes. Aproveché la ocasión de probar mi fidelidad.
La miseria había soliviantado a los nativos. Agonizaban de hambre en compañía de sus perros furiosos. Las mujeres abandonaban sus criaturas a unos cerdos horripilantes. No era posible roturar el suelo sin provocar la salida y la difusión de miasmas pestilentes. Aquellos seres lloraban en el nacimiento de un hijo y ahorraban escrupulosamente para comprarse un ataúd.
Yo restablecí la paz descabezando a los hombres y vendiendo sus cráneos para amuletos. Mis soldados cortaron después las manos de las mujeres.
El emperador me honró con su visita, me subió algunos grados en su privanza y me prometió la perdición de mis émulos.
Sonrió dichosamente al mirar los brazos de las mujeres convertidos en bastones.
Las hijas de mis rivales salieron a mendigar por los caminos.