lunes, 26 de diciembre de 2011

Los tres consejos (un cuento andino)



Hace poco estuve con unos amigos en la Hacienda El Carrizal, cerca del pueblo Los Nevados, en el estado Mérida. El Sr. Francisco, patriarca nonagenario del lugar nos contó a los caminantes una historia de la zona titulada: “Los tres consejos”. Probablemente se trata de un relato transmitido de manera oral que se ha conservado por generaciones y que manifiesta algunas raíces españolas, típicas de los Andes, donde el castellano antiguo no ha desaparecido por completo.

A continuación, transcribo una “versión libre”, basada en ese cuento o en lo que recuerdo de él… es una historia corta, pero interesante por la moraleja que contiene y la velada alusión a los arquetipos ancestrales del viaje del héroe. Estos arquetipos se encuentran en cuentos folclóricos, como demostró Vladimir Propp, en su Morfología del Cuento y en los arcanos mayores del Tarot de Marsella.

Los tres consejos

Había una vez tres jóvenes campesinos, digamos que sus nombres eran Roberto, Juan y José. Los tres estaban pasando momentos difíciles en su pueblo y decidieron irse a otras tierras por un tiempo para “buscarse la vida”. De los tres, el único casado era José, quien tenía a su joven señora y un niño de tres meses. Con pesar se despidieron de sus familiares y vecinos y caminaron entre los páramos sembrados de frailejones por varios días. El camino era largo e interminable; por momentos los rodeaba la neblina y cuando el cielo se abría podían divisar en lo alto el vuelo de las águilas y los cóndores.

Finalmente, llegaron a una hacienda muy bonita, más abajo de la sierra, donde inmediatamente les dieron trabajo. Ellos no lo sabían, pero el lugar era un “encanto”.

Roberto, Juan y José se dedicaron a trabajar como hacían en su tierra: sembraban los campos, atendían a los animales, limpiaban con afán los patios de la hacienda. Cuando habían transcurrido veintidós días pidieron que les arreglaran las cuentas para regresar con los suyos. Lo que los amigos no sabían era que el sitio estaba encantado y en realidad habían transcurrido veintidós años.

Roberto fue el primero en hablar con los patronos, quienes le hicieron una extraña propuesta:
-¿Usted quiere su dinero o tres consejos?
-Mi dinero – respondió Roberto, sin pensarlo demasiado.
Inmediatamente le dieron su dinero y le hicieron entrar a una habitación donde había una vieja amarrada a la pata de una cama. Roberto preguntó qué hacía esa señora ahí. Como respuesta a su curiosidad, lo dejaron trabajando en la hacienda por el resto de su vida.
Luego le tocó a Juan:
-¿Usted quiere su dinero o tres consejos?
-Mi dinero – también respondió Juan, muy decidido.
Luego de darle su pago, le hicieron entrar en la misma habitación donde estaba la vieja. Juan también preguntó qué hacía esa señora amarrada a la pata de la cama y siguió el mismo destino de su compañero.
Al llegar el turno de José y preguntarle su elección entre el dinero y los tres consejos, el muchacho reflexionó unos instantes antes de responder:
-Quiero los tres consejos.
Sonriendo, los patronos le dijeron:
-Ponga cuidado. Estos son los tres consejos: no pregunte lo que no le interese; no camine por desechos (atajos) y no se vaya a la primera.

José se quedó un poco perplejo al escuchar estas advertencias, pero como ya había tomado su decisión, decidió continuar su camino de regreso a su hogar.
Antes de salir, los patronos también lo hicieron pasar a la habitación donde estaba la vieja amarrada a la cama. José la vio con curiosidad, pero al acordarse del primer consejo, no dijo nada. Como premio al haber superado esta primera prueba, los patronos le dieron su pago y le obsequiaron una pistola para que se defendiera en el camino.

José caminó durante varios días por el páramo siguiendo el camino real por el que había transitado anteriormente con sus compañeros. Por momentos, el sendero le parecía muy largo y se sintió atraído por la idea de acortar el paso por una trocha que se encontraba a su izquierda, pero recordó el segundo consejo y se abstuvo de hacerlo. De esta manera se libró, sin saberlo, de unos ladrones que asaltaban siempre a quienes se desviaban de los caminos principales.

Finalmente, muy cansado, llegó a su pueblo y comenzó a ver todo muy cambiado. Los arbustos raquíticos que rodeaban a su calle eran ahora árboles frondosos, las calles de tierra y fango estaban empedradas y su casa tenía una cerca nueva de madera. Precisamente a través de una ventana de su casa observó una escena que lo perturbó. Un joven apuesto peinaba con cuidado la cabellera de su esposa. Enfurecido, José sacó del cinto la pistola, dispuesto a limpiar la afrenta disparando al que suponía amante de su señora. Entonces recordó el tercer consejo, guardó su arma y comprendió que no habían pasado veintidós días como él y sus compañeros creían sino veintidós años y el joven al que observaba por la ventana era su propio hijo que había dejado de tres meses de edad.

Esa noche hubo fiesta en el pueblo por el regreso del amigo al que creían desaparecido para siempre. La esposa de José preparó pizca y arepas, los vecinos hicieron un asado, hubo baile hasta el amanecer.

Cuando ya estaba clareando el día, José llamó aparte a su hijo y le dijo:
-Hay algo que te puede ser muy útil, como lo ha sido para mí… Son tres consejos…

martes, 22 de noviembre de 2011

Lo que nunca debe decirle a un periodista (II)


La escena se repite con alarmante frecuencia: la entrevista entre un ejecutivo de una empresa y un periodista ha terminado. El comunicador apaga el grabador, cierra su libreta. Los dos personajes intercambian tarjetas de presentación, se despiden y de pronto el ejecutivo suelta la siguiente frase: “Quiero ver el artículo (reportaje, video, etc) antes de que sea publicado”. ¡Error! ¡Error! ¡Error!

Esta una muestra de otro de los desaciertos que cometen los voceros de una empresa al conceder entrevistas. En principio, se trata de un gran irrespeto hacia el profesional de la comunicación que visita a la empresa, una subestimación terrible de sus capacidades y/o ética. No hay que olvidar que el reportero no es su empleado ni está allí para hacer quedar bien ni mal a una determinada compañía. El periodista trabaja para un medio de comunicación social y es a ese medio al que debe responder y de quien puede aceptar observaciones o sugerencias sobre su material.

Si Ud., como Gerente de Comunicaciones, no confía en la parcialidad o profesionalismo de un determinado medio, es preferible que no le conceda una entrevista a que pretenda supervisar la publicación. Su deber es proporcionarle la información que requiere de la manera más clara posible, ofrecerle fotografías, cuadros explicativos y cualquier otro material que lo ayude a completar su trabajo. Controlar lo que los medios publican sobre una empresa es imposible, pero podrá tener mayor seguridad de que la interpretación será justa y adecuada si le ofrece toda la colaboración y material que necesite.

De eso se trata la Gerencia de las Comunicaciones: crear una alianza con los medios y promover el intercambio de información, algo que jamás logrará si los irrespeta o subestima.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Lo que nunca debe decirle a un periodista (I)


Hay una frase que en algún momento de escasa creatividad inventó algún ejecutivo miedoso para tratar de evadir su responsabilidad de comunicar como vocero de una empresa. Y lo peor es que la siguen repitiendo por décadas cientos de ejecutivos, políticos o personalidades públicas que parecen copias por escáner de quien la inventó.

Durante el curso de una entrevista, el entrevistado (o entrevistada) baja un poco la voz, sacude la cabeza con nerviosismo y pronuncia: “esto es off the record”. A continuación, generalmente hace una revelación sustanciosa, ofrece una primicia o una información interesante y única, más importante que lo que ha mencionado anteriormente, suponiendo que el periodista no está autorizado para publicarla al haberle dicho que es “off the record”. Olvida el entrevistado que el reportero está precisamente detrás de esa primicia o información valiosa y oculta. Su trabajo es darla a conocer.

Todavía me sorprende la frecuencia con la que esta frase sale a colación en una entrevista y más cuando se trata de Gerentes de Comunicaciones o Relaciones Públicas, quienes son precisamente los que deberían evitarla. Se supone que estos ejecutivos son los especialistas en mediar con la prensa.

Dentro de las directrices que enseñan en las escuelas de comunicaciones y hasta en los más elementales cursos de vocería se recomienda no mencionar nunca temas que no se quieran revelar. La razón es simple. El periodista está a la caza de noticias. No se trata de que sea malintencionado, sino que buscar la noticia y publicarla es su trabajo.

En una entrevista, lo más lógico es hablar sobre lo que sí se desea comunicar. Si surge una pregunta álgida o el reportero toca algún tema delicado sobre el cual no se puede brindar información inmediata, hay que pedirle (¡y cumplirle en esto!) más tiempo para conseguir los datos requeridos. Solo así se puede construir una relación sólida con los medios de comunicación.

Esto suena muy lógico, pero en la vida real se cumple muy poco y a menudo los voceros de las empresas cometen otros errores al subestimar a los periodistas.

martes, 25 de octubre de 2011

Baraka y el desapego espiritual de occidente


Hace poco vi nuevamente el documental “Baraka”, de Ron Fricke. Hay en esta película un despliegue visual de imágenes filmadas en varios continentes y que de alguna manera cuentan la relación del hombre con la naturaleza y la divinidad.

La película comienza y finaliza con ritos de diferentes religiones, se pasea por la alineación de la producción en serie y la frenética vida colectiva en las grandes ciudades, a la vez que muestra el transcurrir de indígenas y campesinos de lugares remotos (remotos, por supuesto, dependiendo de donde se encuentre el espectador). Es un caleidoscopio donde cabe una dolorosa mirada al genocidio de diferentes grupos humanos, a la destrucción de los bosques, a la perversidad de la guerra, y se presta a múltiples interpretaciones.

A mí se me ocurrió esta vez reflexionar sobre la complicada relación que tenemos los occidentales con lo espiritual o divino, sin que necesariamente se trate de lo religioso sino del conocimiento de uno mismo. Mientras que para los orientales y pueblos considerados “primitivos” la espiritualidad surge de manera espontánea, pareciera que a nosotros nos cuesta mucho la experiencia individual de conexión con Dios o con nuestro verdadero ser. En este lado del mundo las ceremonias religiosas son un acontecimiento social, hay muchos ritos y demostraciones colectivas. La verdad, no apreciamos el silencio. ¿Será que le tenemos miedo?

Las pocas veces que nos acercamos al silencio buscamos disfrazarlo con alguna disciplina del New Age, con algún elemento mágico que nos permita conseguir cosas o acercarnos a una esquiva serenidad. Nos vemos en el deber de etiquetar con algún nombre exótico un simple momento de oración o soledad, tenemos que justificarlo de alguna manera para no ser acusados de improductivos y ociosos en un mundo donde toda acción tiene que tener resultados… ¡Qué complicados somos!

domingo, 2 de octubre de 2011

Ilona llega, pero con retraso


¿Será verdad que son los libros quienes escogen a sus lectores, al revés de lo que siempre hemos pensado? ¿Será que algunos libros saben cuándo es el momento oportuno para que un lector los lea y aprecie? Quizás…

Durante unos cuatro o cinco años descansó en mi biblioteca “Ilona llega con la lluvia”, de Álvaro Mutis, sin que la lectura de sus dos primeras páginas lograra atraparme. Fue hace unos días, al leer algunos elogios sobre esta corta novela del escritor colombiano, que decidí leerlo.

No me explico cómo es posible que me haya privado por años de una lectura tan deliciosa, unos personajes originales e interesantes, una prosa contundente y poética a la vez.

Una pequeña muestra: “El cuerpo acabó de caer con un ruido sordo mientras el zumbido del ventilador se abría paso por entre el silencio que organiza la muerte cuando quiere indicar su presencia entre los vivos”. (Así, sin comas innecesarias).

Esta novela, que tiene mucho del género de aventura, narra un período de la inquieta vida de Maqroll el Gaviero, y su último encuentro con esa mujer enigmática, Ilona, que parece una versión femenina de sí mismo. Me la leí en un par de días, saboreándola despacio, para que me durara lo más posible. Forma parte de una trilogía y en lo que a mí respecta, ahora sí, arrepentida de mi falta de luces con respecto a Mutis y su obra, me dispongo a remediar este descuido, sin esperar a que sus libros se compadezcan de mí y me señalen y escojan como lectora.

martes, 27 de septiembre de 2011

El Árbol de la Vida


Un poema visual, una película de autor, no comercial, un canto a la evolución del universo, una celebración de la vida y la muerte, un filme pretencioso y aburrido, una gran obra de arte… Estos son algunos de los calificativos que ha recibido esta película, ganadora de la Palma de Oro en Cannes y última entrega del director norteamericano Terrence Malick, quien siempre le imprime a sus obras una visión muy particular (para muestra: El Nuevo Mundo, La Delgada Línea Roja).

Lo que sí se puede afirmar categóricamente es que no es un cine para las masas. Más de un incauto y ávido consumidor del cine tradicional de Hollywood atraído por los taquilleros protagonistas no aguantará las 2 horas y 20 minutos que dura la película, con sus escenas simbólicas y saltos en el tiempo, mientras a quienes nos gusta ampliar nuestros horizontes y explorar caminos menos convencionales nos entusiasma. Cuestión de gustos, por supuesto.

La historia (no lineal) se desarrolla en un pueblito de Texas en los años 50’s, donde tres niños crecen, maduran y pierden la inocencia, bajo la tutela de un padre y una madre con personalidades que contrastan: la madre, toda dulzura, bondad y pasividad (Jessica Chastain) y el padre, amoroso, pero estricto y muy exigente a la vez (Brad Pitt). Jack, el hijo mayor, interpretado por Sean Penn, ya adulto, recuerda esa infancia y sus contradicciones, así como la devastadora muerte de uno de sus hermanos. Intercalado con este relato, Malick introduce con audacia un documental que cuenta la historia de la creación y evolución del universo (con Big Bang y dinosaurios incluidos). Por otra parte, la espiritualidad (no necesariamente religiosidad, a pesar de las citas bíblicas) se encuentra presente en toda la película.

Si el filme responde o trata de responder alguna de las preguntas metafísicas que los humanos nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas es algo que cada espectador responderá individualmente… a mí me gustó, me sorprendió, me encantó la música maravillosa aportada por Alexandre Desplat. La película quizás es un poco larga, pero esa es la visión del autor. Hay escenas maravillosas, inolvidables, surrealistas, como el encuentro de la familia a la orilla del mar. El Árbol de la Vida termina siendo, para mí, una larga oración, una lectura muy particular de la conexión entre los humanos, la naturaleza y el creador del universo.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Entre médicos, con "Blanco Nocturno"



Creo que siempre voy a recordar mi lectura de Blanco Nocturno, del argentino Ricardo Piglia, asociada a los lugares donde leí esta novela, ganadora de la última edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.

Por una circunstancia casual, en los últimos dos meses he transitado de clínica en clínica, de médico en médico, bien sea acompañando a un familiar o para hacerme yo misma una serie de exámenes fastidiosos, pero necesarios, de la clase de chequeos que uno siempre trata de postergar o eludir.

Recientemente hice dos descubrimientos: agosto es el mejor mes para ir al médico porque las clínicas y consultorios bajan notablemente su afluencia por el asueto vacacional; lo segundo es que la mejor manera de enfrentar las revisiones de salud es con un libro en la mano; un libro bueno, preferiblemente, que uno no haya leído nunca. Descarto las relecturas porque uno puede distraerse fácilmente con el ambiente externo cuando el texto no depara mayores sorpresas.

Un libro interesante, absorbente, es como un escudo protector contra la impaciencia de los otros pacientes y la propia, las interminables horas y las conversaciones llenas de lugares comunes de quienes comparten una estrecha sala de espera.

Comencé mi lectura de la novela de Piglia en una de estas salas. La descripción de la personalidad carismática de Tony Durán y su asesinato se me revelaron en un laboratorio, tratando de seguir las contradictorias órdenes de la bioanalista: “relájese, pero apriete el puño, para que se vea la vena”.

Me atrapó el extraño trío que forma Durán en la novela con las gemelas Belladona, unas ricachonas malcriadas de la provincia argentina, mientras me sometía a ecosonogramas y exámenes radiológicos. Los pormenores del arresto del valet japonés Yoshio me encontraron con un “Hollster”, incómodo aparatico para medir la tensión por 24 horas y que propicia el insomnio al prenderse cada media hora… ¡Qué hubiera sido de mi obligado insomnio de esa noche sin las certeras deducciones del comisario Croce, las pesquisas del periodista Renzi, sin la decadencia que se traga la fábrica de Luca Belladona!

A diferencia de los personajes, al final descubrí que estoy bien, no tengo nada; valió la pena esa procesión entre clínicas y laboratorios. Pero aún quedaba novela y no me quedó más remedio que terminar la lectura en la antesala del odontólogo. Una lectura que comenzó como un policial más, con un muerto, montones de sospechosos y un comisario sagaz, pero que se fue transformando en algo mayor, en la revelación de un colectivo decadente y siniestro, empeñado en que todo siga como está, aunque en el camino el hombre con algo de dignidad pierda su moral y su cordura.

sábado, 20 de agosto de 2011

Somewhere


No sé por qué en castellano titulan: “En algún lugar del corazón” a “Somewhere” (En algún lugar), la última película de Sofía Coppola. Quizás para darle un giro cursi o más atractivo comercial al film de la directora norteamericana.

Y precisamente lo que menos encontrará el espectador es cursilería o melodrama en esta peli llena de atmósferas, momentos que se encadenan, escaso diálogo, quizás cierto minimalismo; es una típica obra de la Coppola donde una vez más explora el tema de la soledad, que en mi opinión fue mejor expuesto en “Lost in translation”.

La historia nos muestra a un joven y famoso actor de Hollywood que vive hastiado en un hotel de California, aburrido de compartir escasos momentos con amigotes y estrípers. Su vida da un giro al tener que alojar por unos días a su hija de 11 años. Pero que este argumento no engañe. Sofía Coppola se dedica a exponer los hechos y deja a los espectadores la libertad de poner las emociones que pueden (o no) desencadenarse de esta cinta. Stephen Dorff interpreta al actor Johnny Marco y Elle Fanning da vida a su hija Cleo. Vale la pena disfrutarla!

viernes, 29 de julio de 2011

Los aeróbicos y el arte de escribir


En un ejercicio de ociosidad se me ocurre comparar los principios sobre salud y ejercicio que estableció el Dr. Kenneth Cooper, el hombre que hizo popular el jogging desde los años 60’s, con algunos consejos sobre el arte de la escritura.

Cooper asegura que las bases de una vida saludable se encuentran en la práctica de ejercicios de resistencia o aeróbicos; en ejercicios de fuerza y flexibilidad y una alimentación que provea suplementos nutricionales adecuados para lograr energía y bienestar.

Vamos por partes. La resistencia se logra tras una práctica constante de ejercicios aeróbicos, es decir, deportes que promuevan la oxigenación del cuerpo, sin llegar a la extenuación, por un tiempo prolongado: trotar, montar bicicleta, nadar, subir cerro o simplemente caminar. En comparación, el escritor también necesita una buena dosis de resistencia, sobre todo cuando intenta completar un proyecto de largo aliento como una novela, un libro de cuentos o una obra de no ficción. En ambos casos, el del deportista y el del escritor, la práctica constante proporciona la disciplina necesaria para lograr sus objetivos.

Los ejercicios de fuerza y flexibilidad –explica Cooper- son a menudo dejados de lado por los entusiastas de los aeróbicos. (Esto lo he podido comprobar personalmente y entre mis amigos aficionados al excursionismo). El uso de pesas livianas un par de veces a la semana y los estiramientos al comenzar y finalizar los ejercicios aeróbicos proporcionan grandes beneficios a los corredores y otros deportistas protegiéndolos contra lesiones. Se me ocurre que algo similar sucede con los escritores. Hay que encontrar una fuerza interna para repetir textos y ejercicios que nos ayuden a capturar la (a veces esquiva) inspiración. También hay que ser flexibles al revisar un texto, no casarnos con una idea o personaje que no funcionen, escuchar a la historia, sin forzar argumentos descabellados o que conduzcan a un final apresurado.

Finalmente, la alimentación. El buen doctor recomienda, por supuesto, una dieta balanceada que incluya pocas grasas y abundancia de alimentos naturales como frutas y verduras. Además, el uso de suplementos como vitaminas c y e, así como betacarotenos. Esta es la manera de esquivar los radicales libres que desgastan nuestro organismo. ¿Cuál sería el alimento del escritor? Lecturas, muchas buenas y variadas lecturas. Sí, como no, hay que leer a los clásicos, pero también a los escritores nuevos y vanguardistas. Y también hay que leer a los malos sabiendo por qué son malos. Es necesario poder apartarse de vez en cuando de la tentación de Internet, con sus tuiters y Facebook y otros distractores, para leer textos completos, novelas densas, cuentos que te dejen pensando al finalizarlos: ¿cómo hizo este escritor para llevarme hasta aquí?; ¿cuáles son sus trucos?, ¿cuáles sus aciertos y errores?. Uno de mis profesores hacía mucho énfasis en que hay que leer en la lengua madre, que para nosotros es el español. Entonces, hay que nutrirse con buenas lecturas en nuestro idioma, escribir todos los días con la disciplina de un buen deportista, ser flexibles al corregir un texto y, sobre todo, constantes.

sábado, 11 de junio de 2011

Gastronómicas




Reviso mi colección de videos, tratando de deshacerme de algunos títulos que no valieron la pena y observo una tendencia. Entre mis películas favoritas, de las que no puedo prescindir, se encuentran las de un nuevo género: gastronómicas.

No me queda más que clasificarlas así. Son obras donde el drama y la comedia giran alrededor de la cocina, la buena mesa, los vinos… en fin, sobre ese ingrediente que hace la vida más amable y nos regala horas de disfrute en la compañía de amigos o de amantes.

La Fiesta de Babette, con su inolvidable cocinera francesa que se propone endulzar por una vez la vida de los austeros habitantes de un pueblo nórdico. Cuscús, el dramático relato de una familia de inmigrantes árabes en la Francia contemporánea y su relación con la comida. Como Agua para Chocolate, con su trasfondo de amor, dolor y realismo mágico en plena revolución mexicana. Y la más difícil y dura para el estómago: El Cocinero, El Ladrón, su Esposa y su Amante, (con el magnífico Tim Roth) y donde hay escenas de gran crueldad y canibalismo. También muy dramática: Vatel, con Gerard Depardieu y (otra vez) Tim Roth, sobre la vida y muerte de un gran chef amante de la perfección.

Hollywood también contribuye a este nuevo género con la edulcorada Un Paseo por las Nubes, sobre una familia mexicana que establece sus viñedos en California. Igualmente, Chocolate, con Johnny Depp y Juliette Binoche, como la exquisita chocolatera que escandaliza a un pueblito francés de principios de los años 60’s. Atrás no se queda Entre Copas, comedia sobre la inseguridad masculina, personificada por un escritor amante del vino y su inmaduro amigo. En los últimos tiempos, Julie & Julia destaca como homenaje a la chef Julie Child.

Y desde Grecia, imposible olvidar Un Toque de Canela (o La Sal de la Vida), una película sin complicaciones que cuenta en tono nostálgico la historia del astrónomo a quien su abuelo inició en el oficio culinario como una manera de “condimentar la vida”.

viernes, 13 de mayo de 2011

Otra vez... Dead like me



Nuevamente podemos disfrutar en América Latina de las dos primeras y únicas temporadas de esta estupenda serie norteamericana-canadiense, que estuvo en el aire entre los años 2004-2005.

Siempre he creído que el final de este show fue muy abrupto y nos dejó a sus fans esperando por más. La serie no “resucitó”, si cabe usar ese término, pero al menos podemos verla completa por Sony Spin, el canal para jóvenes que sustituye al extinto Animax.

La protagonista y narradora de Dead like me es Georgia, una joven rebelde que muere a los 18 años al caerle un retrete de una nave espacial en la cabeza. (La serie abunda en detalles de humor negro como estos). Apenas morir, Georgia entra en un estado intermedio entre la vida y la eternidad. Es una “no-muerta” y como tal, es reclutada por Rube, un hombre de mediana edad que dirige un grupo de “reapers” (arrancadores de almas). Los “reapers” no actúan de manera agresiva, como sugiere su nombre. Simplemente, se encargan de tocar a la persona que va a morir y conducirla hacia un túnel de luz que conecta con la eternidad.

¿Por qué los “reapers” no terminan de irse? ¿Por cuánto tiempo deben hacer su particular trabajo antes de descansar en la otra vida? Son interrogantes que nunca se responden, pero el espectador puede sacar sus propias conclusiones…Mason, un simpático drogadicto inglés, probablemente deba aún hacer méritos para superar la adicción que acabó con su vida; la vanidosa, lasciva y oportunista Daisy quizás deba encontrar otros valores en el mundo aparte del lujo y el dinero; la agresiva oficial de tránsito Roxy bien podría descargar sus frustraciones de manera más pacífica… y Georgia, la más joven del grupo, aún debe hacer las paces con su disfuncional familia, compuesta por sus padres y su hermana menor, con quienes nunca logró comunicarse.

El tono de humor negro y el cinismo de su protagonista sumado a la calidad de los diálogos y de los actores la han convertido en una de mis series favoritas.

Ellen Muth es Georgia; el veterano Mandy Patinkin da vida (irónicamente) a Rube; Jasmine Guy es Roxy; Callum Blue personifica a Mason; Laura Harris es Daisy; Christine Willes se luce como Delores.

Ahora está todos los días en Sony Spin a las 7:00 p.m.(hora venezolana) y también –creo- la pasan a mediodía. Si te gustan las comedias, pero ya te cansaste de los seriados con risitas de fondo y guiones previsibles, apuesta por Dead like me. Una serie con humor inteligente

sábado, 26 de febrero de 2011

Winter's Bone (o Negocios Turbios)




Lo primero que uno agradece al ver esta película es la ausencia de melodrama en una historia tan dura y trágica. Básicamente, es un cuento sobre supervivencia y tenacidad. Pero un cuento muy bien contado.

La jovencita Ree (adolescente de 17 años) sobrevive en un medio rural miserable, rodeada de campesinos dedicados a la producción de drogas. Cuando su padre, metido de lleno en los negocios turbios que abundan en la región, desaparece, la chica se dedica a buscarlo para lograr que comparezca ante la ley. De no hacerlo, ella, su madre bipolar y sus dos hermanos pequeños perderán el rancho en el que sobreviven.

La joven Jennifer Lawrence da vida a una Ree muy convincente que en la búsqueda del padre no se deja amilanar por los sórdidos personajes que tratarán por todos los medios de colocarle obstáculos. Uno de ellos, el veterano John Hawkes realiza un extraordinario trabajo como el detestable y temible tío adicto de la protagonista.

Otro acierto de esta película del cine independiente de Estados Unidos es la magnífica ambientación. Estamos muy lejos de la idílica imagen del medio rural que muestran otros filmes. Aquí predomina el gris de ese frío invierno que parece dominarlo todo, hasta las almas de los personajes.

Hubiera sido muy fácil hacer un melodrama tipo “Precious”, donde se invoca a las lágrimas ante cada contratiempo de la protagonista. Por el contrario, en “Winter’s bone”, Ree enfrenta sus problemas con la misma dureza del ambiente que la rodea, sin perder por eso su sensibilidad.

Con cuatro nominaciones al Oscar (película, fotografía, actriz principal, actor de reparto) desde que la vi se convirtió en mi favorita para la categoría de Mejor Película… aunque confieso que aún no he visto las muy alabadas “Black Swan” ni “True Grit”. Veremos cómo le va mañana en la entrega de los premios, ante tantos filmes más promocionados y comerciales.

jueves, 10 de febrero de 2011

Ya viene el Oscar


Como cosa rara, en mi país se han estrenado pocas de las diez películas nominadas como mejor film… Todos los años, por esta época, me canso de esperar los estrenos que no llegan y busco ansiosa por los caminos verdes las pelis que no han llegado para poder hacerme una opinión antes de la kilométrica (y tediosa), ceremonia de entrega de los premios.

Hace poco vi “El Discurso del Rey”, una peli bien monárquica y previsible, que uno puede disfrutar en compañía de su abuelita sin ruborizarse, pero que cuenta con dos excelentes actores: Colin Firth, como el sufrido y tartamudo George VI y el extraordinario Geoffrey Rush, su poco ortodoxo profesor de dicción. La película vale tan solo por las actuaciones y el maravilloso inglés que pronuncian los personajes. La he recomendado a todos mis alumnos de inglés (que tienen el suficiente nivel para entender las sutilezas y acentos del idioma).

También vi “Los Chicos están todos bien”, con Annette Bening y Julianne Moore en los roles principales como una pareja de lesbianas que conciben a sus hijos por medio de un banco de semen y tienen que lidiar años después con el padre biológico de los muchachos (Mark Ruffalo). Lo mejor: la actuación de la Benning, nominada, por cierto, como mejor actriz.

Ya he visto y comentado “La Red Social”, una de las grandes favoritas y acabo de ver “127 horas”, una peli que superó mis expectativas en cuanto a guión y edición. Ya sabía que se trataba de una historia real: el joven que se va a escalar solo en los cañones de Utah y sufre un accidente terrible: su mano queda atrapada por una roca imposible de mover, lo que lo hace sufrir una agonía que en la obra se contagia al espectador.

Aún no he visto “El Cisne Negro”, otra de las favoritas, pero pronto lo haré, aunque siento como si ya la hubiera visto cuatro veces porque todo el mundo se ha empeñado en contármela sin que haya podido evitarlo... :(

De las que sí llegaron a Venezuela el año pasado, me quedo con “El Origen”, un film que parece varios a la vez, explora el poder de quienes aspiran a manipular la mente humana y mantiene el suspenso -literalmente- hasta el último minuto.

Me faltan muchas, creo que todas no las veré, pero la próxima que espero con ansiedad es “Biutiful”, nominada como mejor película en lengua extranjera. ¡Que nadie me la cuente, por favor!