lunes, 16 de abril de 2007

Una mañana en el cortafuego






























La subida al Avila está restringida nuevamente. Los caraqueños amantes de esta montaña ya nos estamos acostumbrando a esta medida, tomada por las autoridades cada año durante la época de sequía como una manera -a mi parecer- ingenua de prevenir los incendios en el cerro.

Digo ingenua, porque a pesar de la restricción, a pesar de las revisiones que realiza la Guardia Nacional a los morrales y koalas de los excursionistas que suben por los tramos permitidos, los incendios continúan. Además, los guardias requisan por algunos puntos y por otros no. Eso lo pude comprobar ayer domingo 15 de abril, cuando subí por la entrada Gamboa, de San Bernardino, junto con otros 33 compañeros del Centro Excursionista Caracas (CEC). Dos guardias muy diligentes nos revisaron en busca de fósforos o yesqueros y luego, al caminar por el cortafuego cerca de la entrada de La Florida, observamos jóvenes fumando tranquilamente y caminantes que suben con sus perros –algo absolutamente prohibido en el Parque Nacional-. En fin, paciencia.

A pesar de todo, fue una mañana muy agradable. Caminé con mis amigos unos 7 kilómetros y medio, desde Loma del Viento en San Bernardino, hasta el Puesto de Guardaparques Sabas Nieves, en Altamira. Fue un recorrido muy tranquilo, la mayor parte en terreno plano, aunque con algunas subidas y bajadas, sobre todo después del Puesto de Guardaparques Chacaíto. Desde antes de las 8 de la mañana hay trotadores en ese tramo y numerosos caminantes que aprovechan el privilegio de observar la ciudad desde la altura, atravesando bosques donde se esconden orquídeas y surgen cascadas y aves de la verde vegetación. Casi todo el camino es sombreado. Hay miradores naturales en cada curva, donde los despreocupados capitalinos contemplamos el rostro de una Caracas por fin serena y amable, diferente a la de todos los días.
Con mañanas así uno regresa al hogar reconciliado con el mundo.

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