viernes, 2 de febrero de 2007

Lecturas de vacaciones


Las vacaciones terminaron. Al menos las mías. Siempre parecen demasiado cortas, demasiado efímeras. Siempre nos parece que faltaron cosas por hacer, libros que leer, películas por disfrutar con calma sin el estrés de los horarios.

Hago el inventario de mis lecturas en estas últimas semanas y me asombro. Leí unos seis libros sobre el arte de escribir, un tema que me apasiona últimamente. Dos novelas, un libro y medio de cuentos y parte de dos libros de ensayos pasaron veloces entre mis ojos y mi cabeza. No está mal –concluyo.

También me doy cuenta de que sigo con esa mala costumbre de leer varios libros a la vez. Lo noto por los volúmenes a medias que reclaman mi atención desde mi mesa de noche. Pero me justifico. Generalmente, los libros de ensayo o de cuentos no logran acapararme completamente. Prefiero irlos disfrutando de a pedacitos. Entonces, los suelo alternar con otro libro, preferiblemente de ficción.

Así me ha pasado con Estambul, lo que muchos considerarán un sacrilegio, ya que esta visión personal sobre la ciudad del último Premio Nobel, el turco Pamuk, está considerada entre los mejores libros que llegaron a Caracas en el último trimestre de 2006. Siento que lo puedo leer con serenidad, acercándome a él de cuando en cuando, mientras que los otros libros, los de ficción, me provocan más urgencia.

Otras lecturas de este inventario particular son:

Campeones, de Guillermo Meneses. Un descubrimiento la bella prosa, la poesía de este clásico venezolano. Había leído algunos de sus cuentos, pero no esta novela. En cuanto a los personajes, me parece doloroso y cruel que casi 70 años después de ser escrita esta novela los jóvenes humildes sigan pasando por tantos trances para poder destacar como deportistas. Es terrible no saber manejar el éxito. No saber ni poder dosificarse. No contar con alguien que aconseje, que asesore y apoye a los jóvenes en la búsqueda de sus sueños.

The Great Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald. La leí con avidez en su idioma original y me gustó el estilo narrativo, las lentas y certeras descripciones de Fitzgerald, pero el argumento... no me terminó de convencer. Será un clásico, pero debe ser que como no soy gringa no termino de comprender ese afán por acumular riqueza y poder para alcanzar la felicidad llamado “the American Dream”... Quizás debo releerlo con más calma. Por cierto, me acerqué en una librería a la versión en español sólo para ver cómo habían traducido la famosa frase: “old sport” de Gatsy y el resultado fue: “camarada”. ¡Una traducción muy desafortunada!

La Oveja Negra y otras fábulas, de Augusto Monterroso. Un pequeño libro con los micro-cuentos de este guatemalteco, máximo representante -al menos en español- del cuento breve. Se deja leer muy fácilmente, pero imagino lo arduo que debe ser para un escritor condensarse tanto.

Las Voces Secretas, recopilación de cuentos de autores venezolanos. Todavía estoy leyéndolo con mucha calma y sorpresa. Los escritores son todos de una misma generación pero muestran estilos muy diferentes. Hasta ahora el cuento que más me gustó y releí fue uno de Milagros Socorro. Un despliegue de ironía y fino humor.

Aprender a escribir, fatigas y delicias de una escritora y sus alumnos, de Alicia Steimberg. Es de una escritora argentina con amplia experiencia dirigiendo talleres de escritura en Buenos Aires. Lo descubrí en una librería de Quito. No conocía a su autora, quien tiene varias novelas y libros de cuentos publicados. Me encantó la narrativa intimista y salpicada de humor de la autora. Aconseja, da ejemplos, y sobre todo, relata, echa cuentos sobre sus libros y sobre los talleres que imparte. No brinda fórmulas mágicas, sino experiencias plenas de la sabiduría de sus setenta y pico de años. Un excelente descubrimiento.

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