miércoles, 21 de febrero de 2007

Más cerca del cielo en El Tisure















Este Carnaval decidí huir nuevamente de la ciudad. Con mis compañeros del Centro Excursionista Caracas (CEC) recorrí unos 30 kilómetros de caminata por las montañas andinas. Fue una travesía por la Sierra de Santo Domingo. Comenzamos a unos 80 kms de Mérida, en la carretera trasandina, a la altura del Hotel Los Frailes. Desde allí salimos los veinte excursionistas, acompañados por arrieros locales y los diez caballos que transportarían nuestros morrales.

Caminaríamos desde el sábado hasta el lunes, con dos frías noches de campamento en el páramo. La primera noche dormimos a unos 3 mil 600 metros de altura, varios kilómetros antes de El Potrero, lugar donde se encuentra la capilla de El Tisure, levantada pacientemente por Juan Félix Sánchez, uno de los destinos principales de la excursión. Esa noche estrellada y hermosa la temperatura bajó a –2 °C; nuestras carpas se escarcharon y la altura afectó a algunos de nosotros. Pero no nos amilanamos. Al día siguiente, ya con el sol derramándose generoso sobre nuestras cabezas, continuamos la ruta, que incluía varias subidas y bajadas. Observamos lagunas, frailejones, águilas, caballos salvajes.

A mediodía, llegamos a la capilla de El Tisure. Juan Félix Sánchez, quien vivió toda su vida en la zona, se dedicaba al pastoreo de ganado y caballos. Pero no era un campesino común y corriente. Estaba dotado de habilidades artísticas que lo hicieron un excelente arquitecto, tallista y albañil autodidacta. Además, tenía una inquebrantable fe religiosa. Con la paciencia acumulada de quien vive años en el medio de la nada, pudo construir sin ayuda una pequeña capilla en homenaje a la Virgen de Coromoto en uno de los lugares más privilegiados de nuestros Andes. La capilla se encuentra enclavada en un mirador natural orientado hacia los valles del río Tisure. Es un lugar encantado, rodeado de pinos y donde se respira espiritualidad y sosiego.

Luego de la muerte de Sánchez en 1997, el lugar estuvo un poco descuidado y pasó a ser regentado por personas que no tenían idea de lo que significa la conservación de monumentos. Actualmente, se encuentra bajo la tutela de Inparques, lo que ha evitado que siguiera siendo objeto de robos y desmantelamiento. Dentro de la capilla se encuentra un altar, unas cuantas sillas muy rústicas, algunas de las tallas que representan la pasión de Cristo. Detrás, en un promontorio, hay un pequeño calvario, con los elementos del vía crucis.

Sorprende la belleza de la capilla construida de piedra, el tino de Sánchez para elegir el lugar de la construcción, las proporciones perfectas, la perdurabilidad de su obra, luego del paso del tiempo. Quizás sea una suerte que no se pueda acceder a este sitio por carretera. La única manera es a pie o a caballo, invirtiendo muchas horas y esfuerzo, como lo hicimos nosotros.

Luego visitamos la casa de Sánchez, situada a unos 15 minutos de la capilla, en el valle de El Potrero y continuamos nuestro camino ascendiendo y descendiendo cerros hasta nuestro próximo campamento, a 3.400 metros de altura. Al día siguiente atravesamos varios valles. Inmensos, hermosos y solitarios. Subimos un alto de unos 3.900 metros y llegamos hasta la pequeña villa de Micarache. Desde aquí hasta Gavidia todavía nos faltaba una media hora de descenso bajo el ardiente sol. En Gavidia tomamos unos jeeps que nos trasladaron hasta Mucuchíes, desde donde emprenderíamos el largo regreso en bus hasta Caracas. Llegamos a la capital el martes a mediodía, agotados, pero satisfechos, luego de disfrutar de los paisajes andinos y haber estado –aunque fuera por unos pocos días- más cerca del cielo.

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