En comparación con Venezuela, en Ecuador parece haber una menor mezcla racial. Uno observa por las calles de Quito algunas personas con fisonomía española y la mayoría con evidentes rasgos indígenas. Hay muy pocos negros y quizás pueda definirse –a grosso modo- a la mayoría como mestiza. Claro, estamos hablando de la Sierra y no visitamos el oriente amazónico ni la costa.
Blancos y mestizos, todos, conservan en el hablar modismos que recuerdan al Siglo de Oro Español. En las tiendas y restaurantes se refieren muy respetuosamente al comensal como: “mi señor” o “mi señora”, algo que choca indudablemente con nuestras expresiones criollas, donde mesoneros y vendedores nos tratan con toda confianza de: “mi amor”.
Esas expresiones del lenguaje, tan diferentes a las caribeñas, ¿pudieran ser interpretadas como un resabio de sumisión impuesto a los mestizos durante la colonia? No lo sé. Pero indudablemente, evidencian las diferencias entre nuestros pueblos aunque se expresen en el mismo idioma.
En el Centro Cultural Itchimbia, donde se encontraba la interesante exposición: Oro y Spondylus, la guía hizo algunos comentarios sobre los primeros habitantes del país. Se refirió a los Quitus, los cuales habitaban la sierra y fueron dominados por los incas años antes de la conquista española. Sin embargo, esta dominación no fue sangrienta. Uno de los príncipes incas se casó con una princesa Quitu y así se selló la unión de ambas razas.
El héroe indígena del país es el valiente y feroz Rumiñahui, quien prefirió quemar a la primigenia ciudad de Quito antes que entregarla a los españoles. Posteriormente fue apresado y torturado, pero nunca reveló el destino del oro de Atahualpa que le había sido confiado. Hoy en día Rumiñahui es considerado símbolo de la resistencia indígena (concepto muy de moda, por cierto) y se encuentra inmortalizado en el pico que lleva su nombre, ubicado en el Parque Nacional Cotopaxi. Todavía hay ecuatorianos empeñados en conseguir el fabuloso tesoro que se dice enterró en la sierra.
Sebastián de Benalcázar fue el fundador de Quito, un conquistador tan fiero y valiente como Rumiñahui y que finalmente logró imponer la hegemonía española en la zona. Ecuador formó parte del Virreinato del Perú y del de la Nueva Granada, hasta su independencia.
Desde el siglo XX hasta ahora ha habido una sucesión de dictaduras y frágiles democracias en el país. En los últimos cinco años el Ecuador ha tenido siete presidentes. Aún así es posible observar progreso y signos de modernidad en algunas regiones más que en otras. Las carreteras de la sierra son bastante precarias, en los pueblos no hay asfalto sino adoquines. Sin embargo, los tramos de las autopistas que han sido privatizadas se encuentran en muy buen estado. Los indígenas y campesinos viven pobremente, pero no se observa miseria. Hay campos cultivados hasta en el páramo. Ecuador autoabastece completamente sus necesidades alimentarias. Los centros comerciales de Quito rivalizan con los venezolanos. Las franquicias de moda mayameras están presentes. Las modernas librerías Libri Mundi y Mr Books invitan al disfrute de la lectura de las últimas novedades de las editoriales españolas y argentinas. Sin embargo, alguna carencia debe impulsar a los miles de ciudadanos que emigran anualmente y que contribuyen con sus divisas a sostener la economía del país, principalmente desde España.
La última esperanza que une a ecuatorianos de diferentes razas y estratos sociales es el flamante presidente Rafael Correa. En él han depositado sus esperanzas de superación los miles de indígenas y los habitantes de las zonas rurales. Correa tiene un currículo brillante, unido a una fama de sensibilidad social que cimentó con acciones supuestamente desinteresadas. Recién graduado universitario se dedicó por un año a alfabetizar indígenas en la pequeña población de Zumbahua. Precisamente en este poblado, en medio de una fiesta folclórica, pudimos escuchar las vivas que daban los pobladores a los líderes de izquierda como Evo Morales y Fidel Castro. En el Ecuador –y quizás en buena parte de América del Sur- se respira una nueva efervescencia socialista. En el pueblo de Sigchos, pude comprobar como un dispensario médico popular se encuentra dedicado a consagrar la memoria del Ché Guevara.
Ecuador también tiene una santa. Es la quiteña Marianita de Jesús Paredes y Flores, hacedora de milagros del siglo XVII. En esa época los terremotos y epidemias amenazaban a la ciudad. La santa quiteña hizo una predicción. El Ecuador no se acabaría por efecto de las erupciones de sus numerosos volcanes ni por otros desastres físicos, sino…. por las malas acciones de sus gobernantes. Esperemos que la profecía de la santa no se cumpla con el nuevo presidente en el cual los ecuatorianos han depositado tantas esperanzas.
1 comentario:
unas fotos hermosas y me uno a tu petición, ojalá las esperanzas de los ecuatorianos no se vean truncadas por las acciones del presidente.
saludos ;)
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