martes, 30 de enero de 2007

La vida es un cabaret






What good is sitting alone in your room?
Come hear the music play.
Life is a Cabaret, old chum,
Come to the Cabaret.

Put down the knitting,
The book and the broom.
Time for a holiday.
Life is Cabaret, old chum,
Come to the Cabaret....


En los últimos meses me ha dado por volver a ver películas antiguas, eso que llaman clásicos. No sé, debe ser la vulgaridad de la vida actual en esta Venezuela contemporánea que me empuja a refugiarme en el arte y en el arte de altura: buenos libros, música clásica, filmes de culto.

Así disfruté nuevamente de Casablanca y Lo que el Viento se Llevó. Filmes intensos y románticos, quizás con algún dejo cursi, pero que han logrado perdurar en el tiempo. Así le llegó el turno a Cabaret. Recuerdo haber visto esta película en los setenta, pero seguramente la vi en televisión. Yo estaba comenzando la adolescencia y en esa época, no sé si ahora es lo mismo, la censura con las películas era muy estricta, así que terminé viéndola unos años después por TV. Por supuesto, aparte de la canción principal y unas cuantas escenas, no recordaba muchos detalles de la película. Confieso que ahora me di un banquete. La considero sencillamente una obra de arte.

El film se basa en el musical homónimo de John Kander y Fred Ebb, quienes a su vez extrajeron el argumento de las Historias de Berlin del escritor Christopher Isherwood.

La historia se encuentra ambientada en una época convulsa y por demás interesante. Se trata de los primeros años treinta, justo cuando en Alemania estaba tomando cuerpo el nazismo, hábilmente enraizado en el nacionalismo y penetrando todos los estratos de la sociedad. La obra retrata el ambiente decadente de la época. La sociedad germana se deja ver a través de la cotidianidad de un cabaret.

El joven estudiante inglés Brian Roberts (Michael York) llega a Berlin, donde se muda a la pensión donde vive Sally Bowles (Liza Minelli), una cantante norteamericana que actúa en el cabaret Kit Kat. Luego de convertirse en amigos, comienzan una relación, la cual también incluye a un rico aristócrata. El baron Von Heune completa el trío divirtiéndose con ambos. Sally queda embarazada y, aunque no está segura de quien es el padre, Brian decide casarse con ella y asumir la paternidad, luego de que son abandonados por el barón. Pero Sally dolorosamente sopesa las consecuencias de formar una familia con Brian y toma otras decisiones por su cuenta. Paralelamente a la historia de Sally y Brian las canciones y actuaciones ejecutadas cada noche en el Kit Kat reflejan la vida de la pareja y las turbulencias, ambiciones y perversiones de la sociedad alemana. Un papel decisivo al respecto juega el Maestro de Ceremonias (“MC”) del cabaret, personificado magistralmente por Joel Grey. Este personaje está omnipresente acentuando con sus gestos y canciones la crisis interna que viven Brian y Sally y el violento y rápido ascenso del nazismo.

Si bien al principio del filme los nazis aparecen ridiculizados en las actuaciones en el cabaret, queda bien claro que son los poderosos al finalizar la obra. En una escena bella y estremecedora por su simbolismo se interpreta la marcha nazi: “The future belongs to me” (El futuro me pertenece) cantada al principio por un joven en solitario, al que se van uniendo más y más jóvenes y otros representantes de la sociedad.

La cuidadosa dirección, a cargo de Bob Fosse, le otorga a Cabaret numerosos detalles que la convierten en una obra única. La vital coreografía, los curiosos planos de medio lado de Liza Minelli cuando canta al final el tema principal de la obra, las oportunas intervenciones del MC, la edición perfecta que acrecienta el interés con cada escena.

Con razón Liza Minelli saltó al estrellato con este filme. Es una muestra de equilibrio entre estética y contenido. Una obra de arte contemporáneo. Si no la has visto o ya no la recuerdas… ¡corre a conseguirla!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tomorrow belongs to me" refleja como el nacionalsocialismo se va intercalando en la vida privada, controlando de la cuna a la tumba, pasando por los retretes... al final, nadie se puede librar de ellos, ni siquiera el propio "Cabaret".
Magnífico retrato del nacionalismo violenta y de los que piensan en los derechos de los pueblos, en contraposición a los derechos de las personas, auténticos depositarios de los mismos.

Aurora Pinto dijo...

Así es, esta película nunca deja de asombrarme.

Anónimo dijo...

Prueba